Ante todo debo decir que no me gustaba nada que el nene fuera a la guardería, sobre todo por el tema de los contagios de enfermedades. Pero tampoco quería que mi madre se quedase con él todos los días, porque ella no está muy bien de salud y ya bastante tiene con sus cosas como para darle más trabajo.
Bueno, pues el primer día que fui a hablar con su cuidadora le dejé bien clarito que no quería que el niño lo pasase mal. Que quería hacer la adaptación muy poquito a poco, siguiendo el ritmo que el nene marcase. Yo quería empezar por media hora, y no aumentar tiempo hasta que pasase la media hora bien, sin llorar. Y así sucesivamente hasta las 4 horas que iba a ir en total. Y, por supuesto, que en el momento en que el niño empezase a llorar y no se le pudiera consolar, que me llamasen que íbamos a buscarle (mi madre o yo). Bueno, pues ella me decía a todo que sí… yo creo que me daba la razón como a las locas… porque a continuación sacó un papelito y me apuntó: el lunes, vendrá de 9 a 10; el martes, de 9 a 11… Yo me quedé Y volví a insistir en que no quería cerrarme a un horario, sino que quería hacer un proceso respetuoso con la capacidad de adaptación de mi hijo. Ahora me doy cuenta de que me estaban tratando como a la típica madre histérica que no aguanta nada…
Finalmente acepté el horario previsto, siempre y cuando me llamasen en cuanto el niño llorase sin consuelo (es decir, cuando el nene diera muestras de haber llegado a su “tope” de tiempo por un día).
El primer día no fue mal. Se quedó conforme, porque no sabía que se quedaba solo. Eso sí, le tenía que dejar en la puerta como un paquete, porque “ninguna mamá puede entrar a la clase y no vamos a hacer una excepción contigo”, según me dijeron. Otra cosa en la que debería haberme fijado el primer día: en la clase de los niños de 2 años tenían a 3 pobrecitos niños llorando en la puerta, llamando a sus mamás, y no les hacían ni caso… con esto ya debería haberme hecho una idea de la política de esta guardería respecto al llanto de los niños…
A partir del segundo día, un horror. Cuando veía que nos acercábamos a la puerta, se aferraba a mí con todas sus fuerzas. Cuando le separaba de mí se quedaba llorando, suplicándome con la carita que no le dejase allí y tendiéndome los bracitos… se me partía el corazón.
El tercer día, cuando le recogí, estaba afónico. Me dijeron que había estado llorando, pero que, como sólo quedaban 20 minutos, que aguantase… Cogí un cabreo….. volví a insistir en que no le dejasen llorar, que me llamasen A CUALQUIER HORA…
Otro detalle: ese día llamó mi marido para insistir sobre lo mismo, y pareció que a él le hacían más caso… triste pero cierto, hasta las mismas mujeres se toman más en serio lo que diga un hombre.
El cuarto día, otra vez afónico… Volví a hablar con ellas seriamente (en este caso con la otra cuidadora) y me dijo: “Al principio siempre lloran, pero se les pasa en unos días”. “No te preocupes, si es bueno que lloren” . Lo que me faltaba por oír. Me dieron ganas de decirle “pues voy a darte una paliza para que llores tú, ya que es tan bueno, a ver qué te parece…”. Y que no me llamaban “porque son muy listos y si ven que llorando vienes a buscarle ya lo va a hacer todos los días”. Y a continuación insistiendo para que esta semana ya le dejase horario completo (en total, tiempo de “adaptación”: 5 días. A mí desde luego eso no me parece una adaptación, me parece un paripé mal hecho… Es más, diría que es una especie de método Estivill para que el niño “aprenda” a estar en la guardería ).
Me pasé llorando toda la semana pasada. No soy capaz de causar a mi hijo ese sufrimiento DIARIAMENTE… Así que ayer hablé con mi madre y hemos llegado a un acuerdo: ella se va a quedar con el niño, a condición de que me deja que le pague una asistenta que le ayude en casa. Hasta ahora mi madre se negaba a esto; pero al ver lo mal que estábamos Rubén y yo ha accedido… MENOS MAL… . Me siento mucho mejor, me he quitado un peso de encima!!!! Pobrecito mi hijo, cómo ha estado llorando estos días!!! Menos mal que sólo han sido 4!!!
Pues nada, hoy ya no le he llevado. Ni siquiera he llamado para decir por qué no le llevo (a mí ellas tampoco me llamaban cuando yo se lo pedía). Esta tarde me presento y me despido. Vamos a perder todo el dinero que ya hemos pagado, pero me da exactamente igual. Lo primero es mi hijo.
Bueno chicas, la moraleja que saco yo de esta historia: en las guarderías te venden la moto que quieren, te dicen lo que quieres oír, pero luego ellas hacen lo que les da la gana. Claro, supongo que habrá excepciones, pero mi experiencia no ha sido nada satisfactoria… menos mal que ha durado poco.
Sólo me pregunto si no me habré precipitado... a lo mejor debería haberles dado algo más de tiempo para conocer mejor a Rubén, y que él las conociese a ellas...