Lugar donde compartir el día a día de nuestros pequeños.

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por Mariajo
#96230 Pues yo soy de las que lloran en la cabalgata, se emociona con los Reyes y se lo pasa pipa desenvolviendo ...
De hecho, de madrugada le doy codazos a mi marido "Creo que ya han llegado los Reyes" y le hago levantarse temprano.
Bueno, este año con Martina ya no.Hemos esperado a que se despertase ella.
En fin, que cómo no, he llorado en el trabajo con vuestras historias...
Creo que los mejores recuerdos que conservo de la infancia son de la mañana de Reyes, Martina se lo creerá mientras podamos...
:fl

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por MamaIgnacio
#96243 QUE HISTORIAS MAS BONITAS. la ilusion de los niños es parte de su infancia. Aca no existe lo de los reyes magos, sino el viejito pascuero que trae regalos y aparecen el 25 en la mañana. A mi me gusta que crean, ademas que despues cuado se entere, creo que se valora la labor de mama de levantarse de madrugada a colocar los regalos. Mi mama y mi papa hasta antes de vivir sola (28 años), se levantaba escondia los regalos y todo igual que cuando teniamos 5 y no habia ningun niño en casa todos sobre los 20 años Grande mama!!!!!, y aunque a veces yo e cogia mi regalo, ella lo guardaba y lo hacia aparecer esa mañana. Incluso hasta el dia de hoy esconde huvitos de chocolate para pascua de resureccion, ja,ja,aj. Mi mami es especial. VIVA LA ILUSION !!!!!! :fl :fl :fl :fl :fl

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Por un postnatal de Seis Meses
Firma el petitorio
http://postnatalseismeses.blogspot.com
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por Marlauz
#96294 Pues a mi me encanta la noche de Reyes Magos, me encanta la magia que existe, la ilusion los recuerdos tan maravillosos que se forman para toda la vida, aun me emociono al recordar la noche de Reyes de cuando eramos niñas, la ilusion tan grande aun mucho despues de saber que eran los padres seguia siendo magica, yo procurare que mi hijo tenga esa ilusion el mayor tiempo posible, me encanta ahora hacer de rey mago, ver sus caritas no tiene precio, me parece una crueldad privar a los niños de la ilusion y la magia, para los niños siempre tiene que existir la magia, las adas los duendes y los cuentos con final feliz.
Nunca lo llamaria mentira, nunca, es una palabra muy fea para algo tan bonito.

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por mami cris
#96295 Yo también soy de las que lloran viendo la Cabalgata..., cuando pasa la carroza de Baltasar, desde bien pequeña, le pido un deseo y le mando mis más sinceras gracias por el año...
Aunque Aurora no se entera aún, este año la llevamos a ver la Cabalgata, pues tendríais que ver la cara con que lo miraba todo, encima de los hombros de su padre, haciendo palmas, riéndose, llamando a los nenes...¡¡¡¡SE LO PASÓ PIPA!!! :fl :fl :fl
A la mañana siguiente cuando nos despertamos empezamos a decirle
¿Aurora habrán venido los Reyes? ¿Papá hay algo en el salón?..., y cuando vio los paquete solamente hacia palmas...
La magia de los Reyes Magos es infinita...!!!!! :fl :fl :fl :fl

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por guiomar
#96473
Cita:
Y me encanta poder hacerles a mis hijos esa misma reverencia cada año. Porque ellos se pasan el año obedeciendo y esperando (hasta la mañana de reyes les hacemos esperar) y se merecen esa reverencia, que sus papás nos arrodillemos un día ante ellos y les agradezcamos lo grandes que son.


guiomar. casi me has echo llorar de emoción. te expresas tan bien que siempre logras que algo se mueva dentro de mi.


Sole, es que en serio que yo lo veo. Los Reyes Magos, más allá de que sean algo real o imaginado, más allá de creencias religosas en torno al nacimiento de Jesucristo es sobre todo, una forma de dar gracias a nuestros hijos por ser. De arrodillarnos ante la sencillez, la inocencia y la fragilidad de nuestros hijos, de reconocer su grandeza y de permitirnos, aunque sea una vez al año. volver a sr así.
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por solecilla
#96560 insisto: :26:

a mi nunca se me hubiera ocurrido, guiomar y te agradezco la visión.

¿conoces la historia del cuarto rey mago? se la puedes contar a almudena el prosimo año (si puedo te haré llegar el libro antes de esa fecha) y a antelmo (el ffinal no tiene qeu ser tan dramatico como el de la leyendoa original. )

Cuenta una leyenda rusa que fueron cuatro los Reyes Magos. Luego de haber visto la estrella en el oriente, partieron juntos llevando cada uno sus regalos de oro, incienso y mirra. El cuarto llevaba vino y aceite en gran cantidad, cargado todo en los lomos de sus burritos.

Luego de varios días de camino se internaron en el desierto. Una noche los agarró una tormenta. Todos se bajaron de sus cabalgaduras, y tapándose con sus grandes mantos de colores, trataron de soportar el temporal refugiados detrás de los camellos arrodillados sobre la arena. El cuarto Rey, que no tenía camellos, sino sólo burros buscó amparo junto a la choza de un pastor metiendo sus animalitos en el corral de pirca. Por la mañana aclaró el tiempo y todos se prepararon para recomenzar la marcha. Pero la tormenta había desparramado todas las ovejitas del pobre pastor, junto a cuya choza se había refugiado el cuarto Rey. Y se trataba de un pobre pastor que no tenía ni cabalgadura, ni fuerzas para reunir su majada dispersa.



Nuestro cuarto Rey se encontró frente a un dilema. Si ayudaba al buen hombre a recoger sus ovejas, se retrasaría de la caravana y no podría ya seguir con sus Camaradas. El no conocía el camino, y la estrella no daba tiempo que perder. Pero por otro lado su buen corazón le decía que no podía dejar así a aquel anciano pastor. ¿Con qué cara se presentaría ante el Rey Mesías si no ayudaba a uno de sus hermanos?

Finalmente se decidió por quedarse y gastó casi una semana en volver a reunir todo el rebaño disperso. Cuando finalmente lo logró se dio cuenta de que sus compañeros ya estaban lejos, y que además había tenido que consumir parte de su aceite y de su vino compartiéndolo con el viejo. Pero no se puso triste. Se despidió y poniéndose nuevamente en camino aceleró el tranco de sus burritos para acortar la distancia. Luego de mucho vagar sin rumbo, llegó finalmente a un lugar donde vivía una madre con muchos chicos pequeños y que tenía a su esposo muy enfermo. Era el tiempo de la cosecha. Había que levantar la cebada lo antes. posible, porque de lo contrario los pájaros o el viento terminarían por llevarse todos los granos ya bien maduros.

Otra vez se encontró frente a una decisión. Si se quedaba a ayudar a aquellos pobres campesinos, sería tanto el tiempo perdido que ya tenía que hacerse a la idea de no encontrarse más con su caravana. Pero tampoco podía dejar en esa situación a aquella pobre madre con tantos chicos que necesitaba de aquella cosecha para tener pan el resto del año. No tenía corazón para presentarse ante el Rey Mesías si no hacía lo posible por ayudar a sus hermanos. De esta manera se le fueron varias semanas hasta que logró poner todo el grano a salvo. Y otra vez tuvo que abrir sus alforjas para compartir su vino y su aceite.

Mientras tanto la estrella ya se le había perdido. Le quedaba sólo el recuerdo de la dirección, y las huellas medio borrosas de sus compañeros. Siguiéndolas rehizo la marcha, y tuvo que detenerse muchas otras veces para auxiliar a nuevos hermanos necesitados. Así se le fueron casi dos años hasta que finalmente llegó a Belén. Pero el recibimiento que encontró fue muy diferente del que esperaba. Un enorme llanto se elevaba del pueblito. Las madres salían a la calle llorando, con sus pequeños entre los brazos. Acababan de ser asesinados por orden de otro rey. El pobre hombre no entendía nada. Cuando preguntaba por el Rey Mesías, todos lo miraban con angustia y le pedían que se callara. Finalmente alguien le dijo que aquella misma noche lo habían visto huir hacia Egipto.

Quiso emprender inmediatamente su seguimiento, pero no pudo. Aquel pueblito de Belén era una desolación. Había que consolar a todas aquellas madres. Había que enterrar a sus pequeños, curar a sus heridos, vestir a los desnudos. Y se detuvo allí por mucho tiempo gastando su aceite y su vino. Hasta tuvo que regalar alguno de sus burritos, porque la carga ya era mucho menor, y porque aquellas pobres gentes los necesitaban más que él. Cuando finalmente se puso en camino hacia Egipto, había pasado mucho tiempo y había gastdo mucho de su tesoro. Pero se dijo que seguramente el Rey Mesías sería comprensivo con él, porque lo había hecho por sus hermanos.

En el camino hacia el país de las pirámides tuvo que detener muchas otras veces su marcha. Siempre se encontraba con un necesitado de su tiempo, de su vino o de su aceite. Había que dar una mano, o socorrer una necesidad. Aunque tenía temor de volver a llegar tarde, no podía con su buen corazón. Se consolaba diciéndose que con seguridad el Rey Mesías sería comprensivo con él, ya que su demora se debía al haberse detenido para auxiliar a sus hermanos.

Cuando llegó a Egipto se encontró nuevamente con que Jesús ya no estaba allí. Había regresado a Nazaret, porque en sueños José había recibido la noticia de que estaba muerto quien buscaba matarlo al Niño. Este nuevo desencuentro le causó mucha pena a nuestro Rey Mago, pero no lo desanimó. Se había puesto en camino para encontrarse con el Mesías, y estaba dispuesto a continuar con su búsqueda a pesar de sus fracasos. Ya le quedaban menos burros, y menos tesoros. Y éstos los fue gastando en el largo camino que tuvo que recorrer, porque siempre las necesidades de los demás lo retenían por largo tiempo en su marcha. Así pasaron otros treinta años, siguiendo siempre las huellas del que nunca había visto pero que le había hecho gastar su vida en buscarlo.

Finalmente se enteró de que había subido a Jerusalén y que allí tendría que morir. Esta vez estaba decidido a encontrarlo fuera como fuese. Por eso, ensilló el último burro que le quedaba, llevándose la última carguita de vino y aceite, con las dos monedas de plata que era cuanto aún tenía de todos sus tesoros iniciales. Partió de Jericó subiendo también él hacia Jerusalén. Para estar seguro del camino, se lo había preguntado a un sacerdote y a un levita que, más rápidos que él, se le adelantaron en su viaje. Se le hizo de noche. Y en medio de la noche, sintió unos quejidos a la vera del camino. Pensó en seguir también él de largo como lo habían hecho los otros dos. Pero su buen corazón no se lo dejó. Detuvo su burro, se bajó y descubrió que se trataba de un hombre herido y golpeado. Sin pensarlo dos veces sacó el último resto de vino para limpiar las heridas. Con el aceite que le quedaba untó las lastimaduras y las vendó con su propia ropa hecha jirones. Lo cargó en su animalito y, desviando su rumbo, lo llevó hasta una posada. Allí gastó la noche en cuidarlo. A la mañana, sacó las dos últimas monedas y se las dio al dueño del albergue diciéndole que pagara los gastos del hombre herido. Allí le dejaba también su burrito por lo que fuera necesario. Lo que se gastara de más él lo pagaría al regresar.

Y siguió a pie, solo, viejo y cansado. Cuando llegó a Jerusalén ya casi no le quedaban más fuerzas. Era el mediodía de un Viernes antes de la Gran Fiesta de Pascua. La gente estaba excitada. Todos hablaban de lo que acababa de suceder. Algunos regresaban del Gólgota y comentaban que allá estaba agonizando colgado de una cruz. Nuestro Rey Mago gastando sus últimas fuerzas se dirigió hacia allá casi arrastrándose, como si el también llevara sobre sus hombros una pesada cruz hecha de años de cansancio y de caminos.

Y llegó. Dirigió su mirada hacia el agonizante, y en tono de súplica le dijo:

- Perdoname. Llegué demasiado tarde.

Pero desde la cruz se escuchó una voz que le decía:

- Hoy estarás conmigo en el paraíso
.

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por mamábrais
#96703 Ainsss!! No sé por qué le llamais a este foro ..."sin lágrimas", porque escribís cosas tan tiernas y emocionantes que cada vez que os leo, me harto de llorar :oops: . Sole la historia de los Reyes Magos es....no sé, no encuentro la palabra. Gracias a todas, por estos momentos que me permitís compartir con vosotras. Un besote. :fl

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