- Dom, 26 Nov 2006, 14:23
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Llevo unas semanas de mucho ajetreo y no he podido entrar en el foro. De nuevo estoy aquí, os echaba de menos. Durante estas semanas he aprendido mucho de mi hija. Os cuento. Ella siempre ha sido una niña de bastante carácter, pero dormía muy bien, sin despertar por la noche y comía estupendamente de todo. Estos últimos días han sido una batalla constante.... Empezó a despertar llorando y gritando hacia las dos de la mañana y luego también lo hacía hacia las seis. Nos costaba mucho volver a dormirla, sobre todo cuando era yo la que iba a atenderla, con su padre se calmaba antes. A la hora de las comidas otra vez lloros, manotazos al plato, venga a decir no, incluso con aquellas cosas que yo sabía le gustaban más: por ejemplo las galletas, un día se me ocurrió darle de desayuno leche con galletas y menuda rabieta!!!! Entramos en una especie de círculo vicioso, porque al no dormir todos estábamos de mal humor, con lo que a la hora de las comidas también teníamos menos paciencia, nos enfádabamos y la niña se enrabietaba más. Yo estaba supertensa, al volver del trabajo y recoger la niña estaba pensando cuál era el momento en que me iba a montar la primera pataleta del día. Además coincidió con unos días de mucho trabajo, con mi marido de viaje, y con unos resultados en el médico que me preocuparon y que ocupaban mi cabeza. Preguntaba a mis amigas, a los abuelos de la niña, a las cuidadoras de la guardería y casi todos me contaban lo de los terrores nocturnos y lo de la terrible etapa de los dos años, aunque mi niña aún no los tiene. Si hubiese tenido tiempo y ganas os habría preguntado, pero ni encendía el ordenador al llegar a casa....solo quería descansar un poco. Al final, decidí dar al pause: pedí ayuda a los abuelos con algunas tareas que me quitaban tiempo (la compra, por ejemplo), me mentalicé para relajarme, pedí una segunda opinión a otro médico sobre los resultados de mis análisis, dejé las labores de casa para otro momento y me dispuse a pasar más tiempo con mi hija y a prestarle más atención. Todo ha cambiado. Me siento a jugar, a leer cuentos, he recuperado el sentido del humor, y ella ha vuelto a dormir y a comer bien. Me estaba dando un tirón de orejas por estar demasiado preocupada por mis cosas y por no dedicarle suficiente tiempo. Los días son tan cortos y hay tantas cosas que hacer que a veces perdemos la perspectiva, entre el trabajo, la casa, la pareja,.... Os soy sincera me sentía absolutamente agotada, no solo físicamente sino también mentalmente. Vale la pena darle al pause y disfrutar un poco. Son muy pequeños pero nuestros hijos se dan cuenta de todo. ¡de todo! incluso de aquello que nosotros ni siquiera vemos. Además mi niña está tan conectada a mí que nota y percibe mi estado de humor mejor que cualquier otra persona y se contagia. Si me río, se ríe si estoy preocupada y agobiada se despierta por la noche llorando. Eso es lo que he aprendido. Ahora tengo la casa un poco menos ordenada y no brilla como una patena, pero ya no hay gritos ni lloros, o por lo menos solo los justos, al fin y al cabo no deja de ser un bebé que se expresa así. Me apetecía compartirlo con vosotras. Gracias por haberme escuchado.