- Vie, 25 Feb 2011, 16:17
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Más de 140 familias piden ayuda para tratar con los hijos adolescentes
Bienestar Social pone a disposición de los padres un servicio de psicólogos que pretende apoyarlos La mayoría de los casos llega derivado de los institutos Los conflictos no son ajenos a las familias tradicionales
La mayoría de los padres querría entrar en la cabeza de su hijo adolescente y adivinarle el pensamiento, saber por qué contesta mal o qué le ha hecho deambular por la casa como si viviese solo, sin hablar con nadie. «No hay recetas mágicas», pero sí ayuda psicológica para aquellas familias que han entrado en una dinámica de peleas y conflictos que, en lugar de retroceder, va a más. Precisamente, el Servicio de Atención a Familias con Hijos Adolescentes, que dirigen los psicólogos Ana María Gracia Sánchez y Manuel Mallorquín Munar, pretende, sin buscar culpables, que padres y menores recuperen la comunicación.
Este servicio gratuito nació a finales del año 2005 de la mano de la Delegación Provincial de Bienestar Social y hoy ya ha atendido a 148 familias y a más de 160 adolescentes. La mayoría de los casos llegan derivados de los departamentos de orientación de los institutos, pero también hay padres que acuden en busca de ayuda porque han comentado el problema a un amigo que ya ha recurrido a este servicio, al pediatra o a los servicios sociales.
Edad crítica
El caso es que, de la noche a la mañana, la convivencia puede convertirse en un auténtico infierno del que toda la familia es responsable, pero nadie tiene la culpa. Los primeros en acudir en busca de ayuda suelen ser los padres, quienes superada la cuarentena se encuentran con que se alejan de sus hijos adolescentes. En el 54% de los casos, los demandantes pertenecen a familias tradicionales y los hijos causa de sus preocupaciones rondan los 15 años.
Los psicólogos subrayaron ayer a este diario que los problemas con los hijos adolescentes suelen surgir en «familias muy normales». El absentismo y el fracaso escolar pueden hacer saltar las alarmas. No obstante, el conflicto suele surgir porque los chicos no obedecen; no respetan ni normas ni horarios; no ayudan en casa y toman el hogar como un hotel al que acuden a dormir. Para colmo, hay un inadecuado manejo de las situaciones conflictivas porque «los padres se sienten desbordados ante la falta de control; no saben cómo recuperar el poder». Y es que en ocasiones llegan a intercambiarse los papeles. «Llega un punto -subrayó Mallorquín- en el que son los hijos los que mandan». No se trata por tanto de que los padres pierdan la autoridad sino de que sin darse cuenta acaban cediéndosela a los hijos.
La convivencia se deteriora porque hay un déficit de comunicación. Padres e hijos «hablan diferentes idiomas» y si bien los padres no se sienten respetados los hijos tampoco se creen escuchados. Es más, los adolescentes huyen del hogar, de la convivencia, para evitar las discusiones. Eso sí, en el fondo, ambas partes quieren el entendimiento, pero no lo alcanzan por falta de diálogo.
Grupo heterogéneo
Los psicólogos abordan estas situaciones escuchando primero a ambas partes por separado y llamando, si fuese necesario, a abuelos, hermanos e, incluso, a las nuevas parejas del padre y de la madre. El proceso es muy complicado porque, tal y como subrayó ayer Gracia, aunque vistan todos igual, no hay una fórmula que valga para todos los adolescentes. Además, no todas las situaciones son equiparables. Hay casos en los que los responsables son los padres porque han sido demasiado permisivos y otros en los que se han excedido en autoridad.
También hay que tener en cuenta que la edad de los padres influye, así como las situaciones familiares. Hay casos en los que la pareja ve minadas sus energías y se encuentra con que a la crianza del hijo adolescente se le suma el cuidado de los padres ya ancianos. En muchos de los casos padre y madre trabajan, pero también hay que decir que el hecho de que ella haya renunciado a su empleo no ha resuelto el problema.
Los psicólogos hicieron hincapié en que la raíz del conflicto no es la violencia. La convivencia no funciona, pero «no hay ni adolescentes violentos ni malos padres». Es más, generalmente «son los padres quienes tienen que cambiar». Y es que, aunque los progenitores perciban que los chicos «pasan de todo», «se trata de la etapa en la que más necesitan su apoyo incondicional».
Gracia insistió en que «no hay una receta mágica» para que un padre aborde la adolescencia sin problemas, pero sí insistió en que es fundamental que la pareja se preocupe por conocer a sus hijos y, sobre todo, «hay que empezar a educar desde que tienen un día de vida, desde que nacen». Asimismo, explicó que en los casos que han visto en el último año se ve falta de constancia de los padres a la hora de exigir el cumplimiento de las normas y falta de coordinación. «Es muy importante que todos los miembros de la familia vayan por el mismo camino».
Pero cómo actuar con los chicos. Los psicólogos les ayudan a controlar la ira, a expresar sus sentimientos, a resolver los problemas, a negociar con sus padres y, ante todo, trabajan en la orientación de valores y metas: «qué quieren y qué hacer para conseguirlo».
La desesperación de los padres llega bien porque el chico se vuelve invisible o porque las peleas son constantes. Sin embargo, el 90% de los menores acude al servicio voluntariamente, por lo que hay interés por cambiar las cosas.
En opinión de Mallorquín, hay que normalizar la situación, aunque reconoció que los padres de ahora se encuentran con unos adolescentes que no son como ellos a su edad ni tienen los mismos medios a su alcance. Para empezar, «ahora la adolescencia empieza antes, sobre los 11 años, y puede alargarse hasta los 25 años».
Escuchar
Los padres tienen que escuchar a sus hijos y, aunque reconoció que no es fácil dar consejos, la psicóloga reiteró que «las recompensas no deben ser materiales. Se gana más con una sonrisa de aprobación o con un 'estoy orgulloso' que regalándoles el último modelo de móvil».
Los psicólogos intervienen con las familias que piden ayuda escuchando a los padres y a los hijos, pero también organizan sesiones de intervención grupal con los progenitores para que vean casos diferentes y múltiples maneras de educar».
Los padres tienen miedo a las noticias violentas que inundan los medios de comunicación y las cientos de amenazas que hay en la calle, desde las drogas a la violencia escolar. De todas formas, hay que encontrar el término medio, porque, a juicio de los psicólogos, ni la libertad total ni un exceso de autoridad están detrás de la solución.