Febrero 16th, 2006
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Hace unos días tuve una bronca descomunal por teléfono y tras colgar el auricular me derrumbé llorando en el sofá. Entonces mi hija - dos años y medio - vino hacia mí y me abrazó. Se quedó muy quieta, muy callada, aferrada a mí como el naúfrago a la boya. Yo intentaba dejar de llorar pero no podía, había olvidado la bronca pero me emocionaba la reacción de la pequeña.
Aquella noche la niña se despertó unas diez veces llorando, y no se calmó hasta que la llevé a dormir a mi cama.
La hija de mi vecina es una niña de lo más normal hasta el día en que amanece convertida en un pequeño diablo de Tasmania. Destroza los juguetes, no quiere comer, se coge unas rabietas de para qué… Elena intenta razonar con la cría pero,como todo el mundo sabe, no es fácil hacerlo con una criatura de cuatro años. Por fin, tras mucho esfuerzo por parte de la madre y muchas horas con la niña, se descubre lo que pasa: el padre - que tiene interpuesta una orden de alejamiento - se había presentado en el colegio varias veces intentando llevarse a Alejandra.
Imaginemos que Elena, ante el mal comportamiento de Ale, hubiera optado por castigarle, gritarle o darle de cachetes. Es probable que la niña se hubiera callado, que se hubiese retraído sobre sí misma como un caracol. Y que le hubiera cogido tanto miedo a la madre como al padre.
Pero, eso sí, se habría comportado por fin como una niña “buena”
Una psicóloga que ha ejercido durante años como terapeuta de parejas me contaba que la mayoría de las parejas en su consulta reconocían que gritaban delante de los niños. Y que cuando ella insitía en que no debían hacerlo bajo ningún concepto, a menudo le replicaban: ¡pero si tiene un añito…! (o dos, o tres.) ¡si no se entera…!
Y una asistente social me contó la historia de aquel bebé que no dejaba de llorar y no comía, cuya madre lo lleva al ambulatorio de la seguridad social. Hasta ell visitó la casa y presenció cómo el padre gritaba a la madre a berrido limpio: al bebé le diagnostican un cuadro de estrés crónico.
Esas señoras que se quejan de lo malo que es su hijo, ¿ de verdad creen que ha nacido así? ¿ Se han tragado esa cuento de hadas de la psiquiatría biologica según el cual existe el gen de la violencia? ¿ O no será, quizá, que el niño ve gritar a su madre, o escucha pelearse a sus padres, o está celoso por la llegada de un nuevo hermano, o en el colegio los otros niños le están haciendo la vida imposible?
Un niño deprimido pocas veces expresa su tristeza cómo lo haría un adulto. No suele llorar. Pero sí moja la cama, se pone agresivo sin razón o deja de comer. Y si en lugar de intentar entender lo que le pasa sus padres solo le castigan y le culpabilizan , la situación degenera en un círculo vicioso en el que el niño se vuelve más y más “malo”. Hasta que de mayor se convierta en un ser verdaderamente dificil, uno de tantos amargados con los que nos toca lidiar día a día. Esos que solo saben ver la paja en el ojo ajeno, envidiar al vecino, difamar al famoso, colarse en la cola del supermercado, insultar al coche que les adelanta y gritar a sus propios hijos.
Es la lógica del vampiro: el que ha sido mordido morderá a su vez.
Ostrassss, cuanta razón tiene, ya no se me olvidará esta frase (El que ha sido mordido morderá a su vez) en este contexto, en toda mi vida.