- Mié, 30 May 2007, 10:02
#145223
Kry, no sabes cuánto te comprendo. Eso que has escrito podría haberlo escrito yo perfectamente. Por eso quizás intento hacer una lectura positiva, porque el pasado no puede cambiarse. Intento pensar que fue una crisis personal que ocurrió porque tenía que ocurrir, porque era necesaria, y de la que salí fortalecida y mejorada como persona.
Yo también tuve un mal parto y peor posparto. A eso se sumaron la poca ayuda que recibí de mi entorno y las difíciles relaciones con mi propia madre que se hicieron de nuevo presentes con una intensidad que había olvidado ya. Sólo mi marido era un apoyo, pero estaba lejos físicamente, y el día se me hacía interminable sola con ese bebé al que sabía que no estaba cuidando emocionalmente, aunque sí físicamente.
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En mi opinión hay dos salidas a esa situación. Una es el desapego, ahondar en esa separación emocional y adoptar el discurso de niño que esclaviza, estivilles varios, tiempo para una misma, realizaciones al margen de la maternidad etc.
Luego está la otra. La de negarse a dejar que pase esa oportunidad de amar, de entregarse, de dejar de ser una niña asustada, esa oportunidad que nuestros hijos nos han ofrecido de hacernos de una vez por todas mayores, valientes, humanas, madres.
Es evidente que hay madres que no pasan por esa crisis, o no es tan grande, porque no lo necesitan, porque ya estaban preparadas para ser madres al menos en lo fundamental. Pero desconfio de la felicidad absoluta, 100% perfecta de la que hablan algunas. Creo que en algunos casos han sentido llegar esa crisis pero la niegan y optan por el camino fácil, con el precio de seguir siendo siempre unas niñas.
Por eso estoy orgullosa de haber elegido el camino difícil, por eso creo que tú también debes estarlo. Por alguna razón éramos más frágiles que otras madres, por causa hormonal, emocional, social, no lo sé. Pero supimos salir de esa situación, somos conscientes de el daño que causamos e intentamos todos los días repararlo. Nuestros hijos tendrán al menos el ejemplo de una madre honesta que no finge ser mejor de lo que es, pero que les ama tanto que es capaz de dejarse literalmente la piel en el camino para reinventarse y ser una madre mejor para ellos.
Siempre sabré que mi hija mayor me enseñó a ser madre. Quizás no fue justo para ella, quizás debería haber sabido serlo de antes, o quizás no, no lo sé. Pero siempre me sentiré en deuda con ella, siempre.
"El futuro de los niños es siempre hoy. Mañana será demasiado tarde"
Gabriel Miró