Hoy tengo 27 años. A los 23 me hice un bypass gástrico y empecé un tratamiento con antidepresivos. A los 25 conocí a un hombre maravilloso, que hoy es mi marido y a quién amo locamente... Unos meses después de establecida nuestra relación fui a mi ginecólogo para buscar un método anticonceptivo, los dos queríamos hijos, pero no aún. El doctor me recetó "diane", pastillas anticonceptivas en base a hormonas. Yo, que nunca había tomado anticonceptivos, empecé a tomármelas, con religiosa rigurosidad; pero me daban un dolores terribles de cabeza y noté que comencé a ganar peso (en ese minuto pesaba como 68 kilos). Fui nuevamente al ginecólogo y este me cambio las pastillas a "yazmin", diciendo que la clave del éxito del método era la rigurosidad y que si estaba subiendo de peso era seguramente por mis problemas de ansiedad, que consultara a mi psiquiatra por una nueva dosis de ansiolíticos. El primer mes me llego la menstruación antes de que se me acabara la tira de pastillas y yo juro que las tomaba todos los días y, ayudada con la alarma de mi teléfono celular, a la misma hora. Así que cambie de ginecólogo. ¿Resumen? Tres ginecólogos después, 7 kilos extra y distintos anticonceptivos orales, estaba embarazada. Ahora miro atrás y veo claramente que ninguno creyó mi palabra cuando yo decía que sí me tomaba las pastillas.
Me acuerdo de ese día, un 14 de marzo, domingo, sola en el baño de la casa, mirando el test de embarazo en positivo. Sentí mucho, mucho miedo, pero al levantar la vista y verme reflejada en el espejo, note que involuntariamente y sin darme cuenta, sonreía. Y entonces la sonrisa se volvió conciente y algo se revolvió en mi... mama, ser mama. Llame a mi hombre y nunca voy a olvidar que cuando me recogió en su auto un par de horas después, su sonrisa abarcaba su cara completa. Si, mi hija no fue planificada, pero dudo mucho que algún hijo pueda ser más deseado que ella.
En un espiral de días, que recuerdo vagamente, contamos la noticia, nos casamos y nos vinimos a vivir juntos. Teníamos planes de casarnos, en junio, de tener hijos de inmediato. Nuestros planes solo se adelantaban unos cuantos meses. Yo, al minuto de embarazarme fumaba un paquete y medio diario y tomaba antidepresivos y ansiolíticos. Consulté con un psiquiatra especialista en mujer y embarazo, y la rabia que me dio cuando ese médico, que me había visto por primera vez hace solo una hora, aseguraba vehementemente que yo no iba a ser capaz de "hacerlo" sola, que cuando naciera mi bebe iba a "tener" depresión post-parto, que buscara *ya* una enfermera que me ayudara entonces, fue lo que me motivo a dejar el cigarrillo y los remedios de una vez. Hace casí 18 meses que no fumo un cigarrillo, ni tomo un remedio más que paracetamol.
A los dos meses empezaron los vómitos, las náuseas, el sentirse fatal. Me busque un buen ginecólogo, uno que me aclaro que las mujeres con tendencia a engordar y que además fuman, jamás deberían consumir anticonceptivos a base de hormonas. Y menos con un bypass gástrico, que reduce tu absorsión de medicamentos considerablemente.
Me acuerdo que la gente decía a broma que venía una mujercita, porque las mujeres joden desde chiquitas. Los vómitos se prolongaron hasta los siete meses de embarazo, estuve varias veces a punto de ser hospitalizada por deshidratación, perdí varios kilos. Luego, cuando deje de vomitar, la ansiedad me carcomía, así que engorde, en 9 semanas, casí 8 kilos. Con el reflujo y acidez consiguiente. Y entre medio, mi mama hacía y deshacía en mi casa como le venía en gana, mi suegra me compraba ropa de embarazada, incluídas pantaletas maternales, que yo le suplicaba que no me comprara. Yo callaba y me decía a mi misma: "lo hacen porque me quieren, es de cariño". Pero ahora me doy cuenta que no debería haber tolerado jamás eso, porque ese amor, es un mal amor. Un amor que hace lo que a él le parece que es conveniente para ti, sin considerarte a ti en lo absoluto.
Al fin llego el día, un 17 de noviembre en la noche, calurosa en Santiago de Chile. A las 9 de la noche note las primeras contracciones regulares. A las 10 me controló mi matrona, a las 11 estaba de vuelta en casa y las contracciones ya dolían. El dolor era indescriptible, yo sentía que me iba a partir en dos, que se me iban a salir las entrañas, quería gritar, pero ni eso podía. A las 4 de la madrugada volví a la clínica, a las 6 me pusieron la maravillosa epidural y empecé a disfrutar el parto. Estaba ansiosa, inquieta, me aferraba a la mano de mi hombre y nos mirabamos, sin saber que esperar. A las 9.05 de la mañana, de un 18 de noviembre, nació mi hija y la luz de mis ojos. Me la pusieron en el pecho, le hablé, me miro y demasiado luego se la llevaron para limpiarla, pesarla y vestirlas.
Y antes de que pudiera reaccionar, la pieza se lleno de gente. Mis papas, mis hermanos, mi suegra. Hay una foto mía en facebook, publicada a las 10.05 de la mañana de ese día. Ni un minuto para mi, para nosotras, para los tres siquiera. Y después de eso fue una locura, peleas con mi marido porque no quería visitas, porque me sentía mal, porque me dolían los puntos, las hemorroides, los pechos. Visitas igual. Gente que se instalaba por horas a conversar, que se pasaban a mi hija de brazo en brazo y que cuando yo reclamaba me decían: "relájate, no seas *tan* primeriza".
Nadie penso en la reciente madre y su hija, nadie penso en darles un minuto a solas, nadie penso en dejarnos en paz. Incluso mi mama y mi suegra trataban de acomodarme a la niña en el pecho. Y yo, no se porque, aguantaba. Aguantaba ese abuso, sin decir nada, cuando los debería haber echado a gritos. Nerviosismo que se empieza a acumular en el cuerpo y que cuando nadie más se da cuenta, tu hija si lo nota y se pone nerviosa contigo.
Me fui a casa al fin, pero no tuvimos descanzo. Visitas que se dejaban caer sin avisar constantemente y una muchacha que hacía el aseo, sacada de una película de terror. Me acuerdo del cansancio, del dolor, de los constantes llantos de mi hija, de pasearme con ella en brazos y por supuesto, de un granito que tenía en la cara. Cuando me fui de alta, la matrona dijo que podía llamar a la neonatología para aclarar dudas y hacer preguntas, antes de que fuera al control de los diez días. Llame incontables veces y describía el grano. Les decía "es que es rojo, grande y me da mala espina" y siempre me contestaban: "señora, tranquilicese, su hija no tiene nada, es normal que los recién nacidos tengas granitos". Pero no era normal, era un impétigo, por el cual casi me la dejan hospitalizada y me vi obligada a darle antibióticos a los 10 días de edad a mi pequeña.
Y empezó la vida, con las constantes críticas de toda la gente: no le tienes que dar pecho cada vez que pide, no la tomes mucho en brazos, abrígala más, abrígala menos, déjala llorar, que si no, se "acostumbra". Y la muchacha del aseo que se negaba a traerme la comida cuando yo lograba hacer dormir a mi cría, que provocaba ruidos fuertes cuando la bebe dormía, que me decía cosas del tipo "si su marido la quisiera, estaría con usted". Y mi mama, que me decía que no a despidiera, que no iba a ser capaz de hacerlo todo sola, que no fuera tan "histérica". Y mi suegra que se dejaba caer todos los días, varias horas y tomaba a mi hija en brazos y no me la devolvía cuando se la pedía. Y yo callada, como una tonta, sin decir nada, repitiéndome que lo único que querían era ayudarme.
Más nerviosa yo, más nerviosa mi hija. Llantos inconsolables, noches y días paseándola en brazos, reflujo, gases y pediatras que no me hacían caso, que me decían que no fuera tan "nerviosa" y que "todos los bebes tienen un grado de reflujo, es normal". Súplicas, inútiles, porque alguien nos ayudara, porque alguien prestara alguna intención a los síntomas que yo notaba en mi hija. Despedida la muchacha de la limpieza y me quedé sola, con una casa, un perro, una bebe que lloraba alrededor de 12 horas diarias, mamaba 6, dormía 4 de a poquitos y el resto me miraba con grandes ojos negros. Un marido que se partía el lomo, trabajando 12 horas diarias, para proveer. ¿Y que obtenía de mi suegra y de mi mama? Críticas: "que si la dejaras llorar, se acostumbra y ya no llora", "dale menos pecho, que ya te ha dicho el doctor que tienes mucha leche y que eso le provoca el reflujo a tu niña" y "que esta niña tiene hambre". Y yo, callada.
Cuando ibámos de visita a la casa de las abuelas, me la quitaban de los brazos y para que me la devolvieran, era una lucha. "Que estás muy rabiosa", me decían. Y yo, en silencio. Y mi bebita que seguía llorando y no durmiendo, yo que no tenía minuto ni para ir al baño. Noches, turnándonos a la bebe para poder dormir algo. A los cuatro meses alguien, no recuerdo quien, me recomendó un gastroenterólogo infantil y este me receto lanzopral. Fue un remedio, gracias a dios, los llantos disminuyeron considerablemente y pudimos retomar un asomo de vida. Pero yo ya casi no tenía leche, llegue a dar 4 minutos por pecho, cada 4 horas, indicado por mi pediatra. A los 4 meses y 8 días, ya no tenía leche. Yo estoy segura que fue el cansancio, el estrés, el poco apoyo lo que provocó que se me cortara el pecho.
Entonces, mi niña empezó a tomar rellenos. Y yo no entendía porque seguía llorando cuando le suspendimos el lanzopral, porque ahora ya no existía el que yo le daba "demasiado pecho". Tomaba lo indicado por el pediatra, cada 4 horas. Le preguntaba insistentemente al pediatra, describiéndole los síntomas: se retuerce, bota gases, llora dormida. "Normal" decía él. "Déjela llorar, señora, que si no va a estar llendo a verla a cada rato a su cama hasta que cumpla los 15 años".
No es lo que tu ves, que en las noches se retuerce por largos minutos, tratando de acomodarse, soltando gases, sin lograrlo, no es eso! ES MAÑA! Por supuesto, el pediatra la única solución que puede darte es que la dejes llorar. Porque esas cosas que tu ves no tienen importancia alguna. No importa que tu hija de meses llore hasta vomitar, es manipulación barata, déjela llorar. No importa que se altere y por consecuencia te alteres tu cada vez más cuando la dejes llorar. Es maña. No importa que a medida que más intentas dejarla llorar, que "aprenda", más nerviosa se pone. Manipulación pura, de una cría que no sabe hablar, ¿como no te das cuenta? No, no es que a la cría de meses la altere y la ponga nerviosa pasar de brazo en brazo desconocido, es que es "mañosa". Y la mama una histérica, por supuesto. Porque una mama normal NO toma en brazos a su guagua cuando llora, NO le da JAMÁS pecho a deshora y NO se inmuta cuando su guagua llora, de hecho, una mama normal DEJA llorar a su guagua.
Mi hija cumple mañana 9 meses y no duerme la noche de corrido. Cuando más logramos dormir es cuando la metemos a la cama con nosotros, pero aún así, no es una noche en paz. Se abraza a mi, se retuerce, suelta gases, llora un poco, vuelve a dormirse. Y el ciclo se repite, varias veces en la noche. Yo he reflexionado mucho, he visto casi todos los consejos que dan en los foros, he tomado apuntes, he aplicado algunos, pero me doy cuenta de que mientras yo no ponga límites que me permitan estar tranquila a mi, no voy a poder transmitirle la paz y calma que mi hija necesita.
Así que he decidido cambiar de pediatra una vez más. Mañana vamos a una pediatra - homeópata. Después de mucho buscar, encontré a una pediatra que cree en la crianza natural y espero que pueda ayudarme. Darme algunas gotitas para aliviarle la pancita a mi niña, para que este más tranquila y algunas a mi, para estar más tranquila yo.
¿Por que escribo esto? Porque pienso que hay muchas primerizas como yo, que desesperadas, buscan consejo en quienes estan más cerca y no encuentran más que prejuicios. Que se ven enfrentadas a situaciones tensas con madres y suegras. Que se sienten desesperadas porque los meses pasan y no logran dormir, porque sus bebes lloran. Mi mensaje es: ROMPE EL SILENCIO, PON TUS LÍMITES. Haz lo que tu corazón e instinto te digan que necesita tu hijo. Si es no dárselo a nadie en brazos, más que unos pocos selectos, hazlo. Si es cambiar al pediatra mil veces, hazlo. Si crees que tu bebe tiene algo que le impide dormir, lucha hasta que alguien te escuche. Tú y tu hijo son lo más importante.
Nadie nunca me lo dijo a mi, pero yo lo veo y quiero gritarlo. Yo he puesto mis límites ahora, estoy más tranquila, estoy tomando mejores desiciones. Y mi paz interior se refleja en mi hija.
ÁNIMO!