Hablando con mi chico me preguntó si lo era... Y le dije que SÍ, que teníamos dos hijas estupendas, felices, sanas; que entre nosotros nos llevábamos bien, nos seguimos queriendo a pesar de los días que llegamos cansados, estresados y sin tiempo para darnos un beso; que teníamos una familia cercana que nos arropaba y nos ayudaba en lo que podían y les dejábamos; y que trabajo, mejor o peor, nos gustara más o menos, nos permitía vivir con holgura.
Me contestó: pues no esperes mucho más.
Y sí, creo que es así, la felicidad es saber serlo con lo que tenemos, levantarnos y que alguien nos ayude a hacerlo cuando caemos en un bache, y sonreir, mucho, mucho, mucho.