La varita verde de la felicidad
By pseudopodo
"Uno de los episodios más vívidos que relata León Tolstoi en sus memorias es el de las veladas en las que su hermano mayor, Nicolás, entretenía a los pequeños. En palabras de su biógrafo, Henri Troyat,
La imaginación de Nicolás era tan extraordinaria que podía contar durante horas historias fantásticas o divertidas, inventadas de cabo a rabo e ilustradas con dibujos que representaban a diablos cornudos y bigotudos.
Un día dijo a sus hermanos que era poseedor de un secreto, y que cuando este secreto fuera revelado, las enfermedades desaparecerían, el amor se instalaría en los corazones, y los hombres, al fin felices, se convertirían en Hermanos Hormigas. A la espera de esta radiante revelación, los niños se sentaban bajo sillas recubiertas de chales y, apretados uno contra el otro, en la penumbra, se apoderaba de ellos un sentimiento de profundo misterio. El pequeño León, arrebujado en el calor y el olor de la tribu, retenía su respiración, escuchando los latidos de su corazón, y se conmovía hasta las lágrimas al tomar conciencia de esta “fraternidad entre hormigas”.
Hubiera querido conocer el secreto principal, gracias al cual todos los hombres gozarían de buena salud y dejarían de pelear; pero este secreto, según Nicolás estaba grabado en una varita verde, y esta varita verde estaba enterrada en el borde de un barranco, en el bosque del viejo Zakaz.
Treinta años después, retirado del ejército, desgastado por el alcohol y enfermo de tuberculosis, Nicolás agonizaba:
Sentado en la cabecera de la cama, León Tolstoi contemplaba su rostro exangüe, escuchaba su respiración entrecortada, y soñaba con los juegos infantiles de Yásnaia Poliana, con las juergas entre oficiales, con las cacerías con el tío Epishka en los bosques del Cáucaso, con la vara verde sobre la que estaba escrita la fórmula de la felicidad, y que según decía Nikolenka estaba enterrada en un lugar que sólo él conocía, cerca de un torrente, en el bosque de Zakaz. ¿Era posible que esa dulce carga de recuerdos, esa inteligencia despierta y esos pensamientos cálidos estuvieran a punto de desaparecer para siempre?¿Para qué vivir si todo debía terminar en ese horrible deslizarse hacia el abismo?
Y sin embargo, toda la tuberculosis, toda la muerte, todo el sufrimiento, no bastan para marchitar la varita verde. Muchos años más tarde, escribía León Tolstoi:
Si en esa época creía en la existencia de una varita verde que llevaba una inscripción capaz de erradicar todo el mal que hay en el corazón de los seres humanos y de otorgarles el máximo bienestar, creo todavía hoy que dicha verdad existe, que le será revelada a los hombres, y que les dará lo que les promete."
"Gigoló" (vividora) de la maternidad
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Yo de mayor quiero ser.... EMPODERANTE
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