Resulta que yo provengo de una familia católica, aunque poco practicante (mis tías y primos sí, pero mis padres no). Recuerdo que, cuando yo era pequeña, mi madre iba los domingos a misa, pero hace muchos años que dejó de hacerlo. Siempre ha sido bastante despectiva hacia la gente muy religiosa y bastante crítica con la Iglesia. Yo, por mi parte, criada en colegio católico, de pequeña sí era creyente y practicante en la medida de mis posibilidades, pero conforme crecí dejé de serlo, para pasar por fases de ateísmo, agnosticismo, anticlericalismo... Durante muchos años, todo lo que tuviera que ver con la religión me producía un tremendo rechazo. Hace algunos años, tuve un pequeño acercamiento a la idea de Dios, y comencé a rezar a mi manera.
Pero desde que tengo a Álex, tengo la necesidad cada vez mayor de creer, de saber que hay alguien ahí, en fin: de tener fe... creo que es porque necesito saber que hay alguien cuidando de nosotros, porque me da pánico pensar que nos pueda pasar algo malo, en especial a Alex... Es una postura algo egoísta, es como que necesito acercarme a Dios porque necesito protección, pero no es sólo eso, porque también necesito (y de hecho lo hago cada día) agradecerle el maravilloso ser que ha puesto en nuestras vidas y toda la felicidad que nos da.
¿Dónde está el problema? Diréis... Pues no sé, es que me siento rara, una parte de mí todavía rechaza el concepto de religión, pero por otro lado me atrae... ¡Si hasta llevo una medallita y una cruz, que nunca las he llevado! Y para mí es algo extraño, no sé, un sentimiento ambiguo.
¿A alguna os pasa lo mismo?