- Vie, 20 Jul 2007, 16:13
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Estos días viví una experiencia que me ha marcado y quiero compartirla con ustedes, en mi oficina se está trabajando este año con prioridad el tema de derechos de los pueblos indígenas por lo que se realizó un estudio de la situación de uno de estos pueblos que habitan en mi país, los Yuquis, quienes están viviendo un proceso de etnocidio ya que hace 50 años fueron contactados por un grupo misionero que trató de evangelizarlos asentándolos en una comunidad llamada Bia Recuaté en la que actualmente quedan sólo 180 de ellos, las condiciones en las que viven son infrahumanas, y como fueron sacados de su habitat han contraído enfermedades para las que su medicina natural no tiene respuesta como la tuberculosis micótica cuyo tratamiento es carísimo y el Estado nunca ha querido asumir, por lo tanto están muriendo y desapareciendo como pueblo y cultura. Estos días viajamos a una población cercana a su comunidad (donde ellos viven no se puede acceder sino es por río después de unas 5 horas de viaje y 1 hora de caminata) para presentar el informe a las autoridades municipales, y no sé cómo explicar el dolor que siento en el alma por las cosas que vi, las mujeres con 40 años parecen de 60, y los niños, había un pequeño que tenía tal conjuntivitis que tenía los ojitos casi completamente tapados, convencí a su mamá de llevarlo al hospital y ahí lo revisaron, vacunaron y le dieron medicinas aunque hace mucho calor en la zona ese día se sentía frío y el bebe(tenía 7 meses) apenas tenía una camisetita encima y con el resfrío que tenía encima, le pregunté a su mamá porque no lo llevaron al médico y me explicó que no tenían dinero para salir de su comunidad. Nunca voy a olvidar la mirada de ese bebé, se llamaba Aldo y a pesar del malestar que ha debido estar sintiendo no paraba de reir y abrazarse a su mamá, una niña de 16 años.
Le compré algo de ropita y leche porque su mamá dice que no le alcanza la LM, pero en el fondo no estaba segura si iba a usar todo eso en Aldo o lo iba a vender, la comunidad no los quiere porque los ven sucios, salvajes, delincuentes y enfermos y es que para sobrevivir algunos se han dedicado a robar o la prostitución y claro, son guerreros nómadas que en la selva andan desnudos y para quienes el dinero no tenía valor, y sus niños no tienen la culpa de nada.
Y mientras ese niño tenía un resfrío y una conjuntivitis galopantes las autoridades de mi institución y de Ministerios y Alcaldías hacían promesas y se sacaban fotos, nadie sugirió siquiera llevar a ese bebé al hospital, fue tal mi dolor y frustración que me puse a llorar en pleno acto.
Bueno, tenía que contárselo a alguien que como ustedes se emociona igual que yo cuando un bebé sufre, gracias por leer este mensaje tan largo, y ojalá puedan incluir en sus oraciones a Aldo y su familia, y a los Yuquis para que puedan vivir dignamente.