- Sab, 10 Feb 2007, 11:36
#107149
Siempre seguimos la misma rutina: se rasca los ojitos, tiene sueño-pienso- nos vamos a dormir. La tomo en brazos y mientras abro la reja de las escaleras ella se despide de su papá y de su hermano con su manita diciendo adiós. Llegamos a mi habitación y encendemos la “luz de sueño”, luz tenue que tengo en mi mesita de noche con la que le doy de mamar hasta que acaba dormida. Es nuestro momento, el de las dos. Cuando no hay ruidos y nos miramos compenetradas como diciéndonos sin palabras que siempre nos tendremos la una a la otra. Se van cerrando sus ojitos, el sueño le vence y ella se deja vencer poco a poco hasta acabar soltando el pezón lentamente y suspirando.
Está tan linda con esa luz violácea, su piel se ve brillante. Y cuando se duerme y espero los quince o veinte minutos para que caiga en sueño profundo reflexiono sobre lo feliz que me siento, en lo llena de amor que me encuentro. En brazos así, parece tan frágil, vulnerable, tan pequeña y confiada, sin conocer aún los avatares que han de llegar. Y es en estos momentos donde pienso que no importan los despertares, ni los días de desvelos, ni el dolor de los dientes que la despiertan, en realidad no importa nada porque nos tenemos la una a la otra y eso hace que seamos invencibles.
QUÉ SUERTE HAY QUE TENER AL NACER.- (SKA-P)