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por Malefica
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COPIO DE LOS ENLACES:

El llanto del bebé

Los padres recientes, especialmente si son primerizos, se pueden sentir abrumados ante el llanto de su bebé. Trataré de ayudarlos a identificar las posibles causas del llanto del bebé haciendo un repaso a los diferentes motivos que pueden desencadenarlo.

Lo primero que debemos tener claro es que todos los bebés lloran, especialmente durante sus primeros meses de vida fuera del útero. Lo preocupante no es que el bebé llore, lo que nos puede preocupar es que el bebé no llore nunca, pues es el llanto su sistema de comunicación durante esta primera etapa de su vida.

Lo segundo que es conveniente asumir es que el bebé no llora “por llorar”. No llora por capricho, no llora para llamar la atención, ni para hacernos chantaje, ni para manipularnos. Todo eso es falso. Los bebés no tienen caprichos, ni nos llaman la atención por el gusto de hacerlo y mucho menos saben hacer chantaje emocional ni saben manipular a nadie. Lloran porque tienen que llorar.

Tampoco es bueno para sus pulmones. Los pulmones funcionan perfectamente respirando y ese es el único “ejercicio” que necesitan.
¿Algo va mal?
Que un bebé llore no significará siempre que algo va mal. El llanto es su forma de comunicación y no siempre va a querer decir que tenga un problema sobre el que avisarnos.

La vida fuera del útero es una experiencia nueva y llena de estímulos, puede crear tensión e incomodidad. Llorar puede servir para descargar esas tensiones abrumadoras y en ese caso lo único que podemos ofrecer es nuestra compañía amorosa. Eso bastará, aunque el llanto no cese inmediatamente.

¿El bebé necesita algo?
En la mayoría de los casos, sin embargo, el bebé llora porque necesita algo de nosotros. En ese caso, si somos capaces de identificar la causa podremos proporcionarle lo que necesita: comida, calor o un cambio de pañal. Pero no siempre sabremos a ciencia cierta la causa de ese llanto, por lo que tendremos que ir haciendo ensayos hasta identificarlo.

También puede suceder que sepamos lo que le pasa al pequeño, pero en ese momento nos sea imposible solucionarlo. Esos momentos son bastante angustiosos pero nosotros debemos mantener la calma y buscar la solución lo antes posible. La próxima vez seguramente sepamos estar mejor preparados y trataremos de que no nos pille desprevenidos.

Otras veces no depende de nosotros el ofrecer una solución, como cuando un gas o una deposición molesta lo mantienen llorando hasta que logre sentirse aliviado. En esos casos, con mucha serenidad, como mucho podremos darle unas pasaditas en el vientre y acompañarlo con palabras cariñosas.

Los sentimientos de los padres
Cuando un bebé llora y no acertamos a calmarlo la situación es bastante agobiante. El llanto del bebé remueve nuestro instinto de protección y hasta nos provoca una tensión insoportable, casi rabiosa, que yo identifico con nuestros recuerdos inconscientes de la primera infancia.

Si el llanto del bebé desencadena no nuestra inquietud y ternura, sino ira, mi consejo es que nos preparemos para aislar ese enfado y mirarnos a nosotros mismos, evitando siempre el regañarle o perder los nervios. Recordemos que somos los adultos y cualquier sensación dolorosa e incomprensible que el llanto desboque no es culpa del bebé. Nunca es culpa del bebé.

A veces resulta complicado el sentir amor y comprensión cuando el bebé sigue llorando y rechaza todas nuestras soluciones y muestras de cariño. Si el llanto continuase mucho rato se puede hacer insoportable para los padres.

Sentirse inútil y frustrado, hasta colérico, son los sentimientos que pueden invadirnos ante esa situación.

No somos los únicos ni los primeros que tendremos esos sentimientos tan desagradables para nosotros mismos, pero eso no cambia un hecho, el bebé no llora para atormentarnos y, como he dicho, no es culpable de la situación jamás. Serenidad y trabajo interno para aprender a reconoce los resortes de nuestro inconsciente es la mejor medida que podemos aplicarnos.

Veremos en el próximo tema las diferentes causas que puede tener el llanto del bebé para que los padres puedan enfrentar esas situaciones de la mejor manera posible.

ESTAR EN BRAZOS ES LA FELICIDAD

El bebé necesita contacto físico, es el alimento de su corazón, tan vital como el alimento o los cuidados. Para su bienestar emocional e incluso para su salud tener todo el contacto físico que soliciten es fundamental. Estar en brazos es la Felicidad, en absoluto, en mayúsculas.

Hay bebés que lloran mucho si están en su cuna. Solamente se calman cuando los tomamos en brazos y vuelven a llorar si los dejamos de nuevo. Incluso, aparentemente dormidos, se despiertan reanudando el llanto si los dejamos en la cuna para que sigan dormidos, lo que llamo el síndrome de la cuna con pinchos.

Solemos escuchar que hay que dejarlos en la cuna para que se acostumbren y que si los tomamos en brazos cuando lo piden es que nos toman el pelo. Nada más lejos de la realidad, los bebés lloran y piden brazos porque necesitan emocionalmente ese contacto físico para sentirse seguros y amados.

No hay explicaciones que les valgan, no están preparados para entender que en la cuna están seguros. Su instinto les hace llamarnos y recuperar la serenidad con nuestro contacto.
Los sentimientos de las madres
Las madres a veces se sienten agobiandas por la constante llamada del niño, pero, si escuchan sus instintos, pueden reconciliarse con esa necesidad y disfrutar de ella. Usar una bandolera o un pañuelo para llevar al niño en contacto con su cuerpo les puede ayudar a recuperar la posibilidad de moverse con mayor libertad y es de ayuda en muchos casos.

Sin embargo esa sensación que ellas puedan tener no es mala. Las madres, especialmente las mamás recientes, sienten muchas veces revolotear sobre ellas el constante juicio sobre su maternidad. Por eso quiero decir que incluso esa necesidad de espacio no es juzgable y tenemos que aceptarla, pero sin dejar que perjudique a nuestro hijo.

Entendámonos y amémonos. Las mujeres a veces nos juzgamos con más dureza que nadie. Y quiero decir con esto que recuperar la memoria de las costumbres ancestrales nos ayudará a comprender mejor nuestras necesidades y las de nuestros bebés.

Las madres de hoy están solas. En su casa, abrumadas por la maternidad de descoloca su propio concepto de si mismas, golpeadas por sentimientos contrapuestos. Eran mujeres independientes y nunca nadie las previno sobre ese amor loco y apasionado por su hijo ni sobre la necesidad permanente que el niño tiene de ellas.

Pensemos en las madres de siempre, nuestras antepasadas. Ellas no estaban solas. Sus madres, hermanas y comadres las sostenían, las acompañaban y cuidaban de ellas. Les ayudaban a cuidar de su hijo. Se turnaban para que ellas pudieran recuperarse y además les enseñaban a llevar el niño a su espalda mientras realizaban cualquier actividad.

En la medida de lo posible el reproducir esas condiciones óptimas de crianza ayudará mucho a que la madre no se sienta abrumada por ese contacto físico permanente. El padre también puede portar al bebé cuando se encuentre en casa y eso reforzará sus sentimientos de ternura, le hará sentirse más cercano a su hijo y también comprender mejor a su compañera.

El poder encontrar acompañamiento de otras madres con experiencia y deseosas de colaborar también será beneficioso para la mamá reciente. La ayuda de las amigas y familiares o de grupos de crianza ofrecen ese sostén necesario.

La importancia del contacto físico
El contacto físico constante del que el bebé manifiesta la necesidad es así más sencillo. Y si comprendemos y aceptamos que no es un capricho ni un chantaje estaremos mucho mejor dispuestos a ofrecerlo.

Cuando el bebé reclama brazos y contacto físico no nos pide algo irrazonable, nos pide algo que necesita. Para él, sentir nuestro cuerpo es bienestar. Lo más natural e instintivo es estar sostenido por su madre o por otro adulto con el que se sienta apegado, ya que no puede sentirse contenido ni protegido por nada más. No sabe que nuestras casas son seguras, sigue siendo una cría de primate incapaz de valerse por ella misma, incapaz de protegerse o ponerse a salvo.

La madre, su cuerpo, su olor, su pecho, su mirada, su voz y sus caricias son su hábitat natural. Para el bebé estar en brazos es la Felicidad.

CALMAR EL LLANTO DEL BEBÉ

Cuando nuestro bebé llora desconsoladamente, una vez confirmado que no tiene hambre, sueño o está mojado, nos queda ofrecer algunas soluciones que pueden ayudarle a sentirse reconfortado. Veamos algunas cosas que podemos intentar para calmar el llanto del bebé.

Pensemos que el bebé humano nace, por decirlo de alguna manera, antes de tiempo. El tamaño de nuestro cerebro, y por tanto de la cabeza, hace necesario que nuestras criaturas nazcan cuando todavía su desarrollo no les permite una comunicación autónoma. El llanto, por tanto, cumple esta función al comienzo de su vida.

Pero no siempre el llanto responde a los cuidados básicos. Cuando estas necesidades de alimentación, sueño o comodidad estan cubiertas el pequeño puede seguir llorando. La mayoría de las veces responden bien al contacto físico, pues es a través del cuerpo por el que sienten nuestra protección y ternura. La primera opción es tomarlo en brazos.

Puesto que el niño, en el útero, se sentía contenido y rodeado por nuestro cuerpo, reproducir las sensaciones uterinas es una manera muy útil forma de ofrecerles consuelo.
Envolver al bebé
Envolver al bebé es una costumbre ancestral que muchas culturas han mantenido. Nosotros no solemos hacerlo pero existen técnicas para aprenderlo. El envolvimiento del bebé consiste en rodear su cuerpo con una manta cuadrada, cerciorándonos de que sus bracitos y piernas queden dentro del arrullo. Al comienzo seguirá llorando pero al poco tiempo es frecuente que se vaya calmando.

Tumbarlo sobre nosotros
Otra cosa que podemos intentar es tumbar al bebé sobre nuestro vientre, dejándo que sienta nuestra piel y nuestro olor. No es una posición adecuada para dormirnos nosotros pero si para que el niño se relaje.

Ruido blanco
El ruido blanco, del que ya hemos hablado, ejerce también un efecto calmante. Si tratamos de imaginar los sonidos que le llegaban en el vientre materno podemos hacernos una idea de lo que él estaba acostumbrado a escuchar, se trata del ruido blanco.

Una mezcla suave y amortiguada de los sonidos externos, la voz de la madre, el latido del corazón y el movimiento de nuestros órganos, se sumarían creando una sinfonía sorda.

Muy suavito hacer el sonido que usamos para acallar, “shshshhhhh”, es muy relajante para ellos, es como si el líquido en el que vivieron nueve meses cantase para ellos de nuevo. No es necesario murmurar, pero tampoco gritarlo, solamente bastará con hacerlo cerca de él en el tono necesario para que lo escuche. Palabras dulces y cariñosas pueden intercalarse.

El ruido de fondo de una radio mal sintonizada o incluso un aspirador o un secador de pelo son también agradables para algunos bebés.

Balanceo
Otra técnica que podemos intentar es el balanceo. Cuando el bebé estaba en el vientre no permanecía en un receptáculo sin movimiento, sino que su cuerpo recibía los estímulos, amortiguados, de nuestros movimientos. Al caminar el se movía suavemente flotando en el líquido amniótico y reproducir en lo posible esas sensaciones es muy agradable para el recién nacido.

Además de tomarlo en brazos y acunarlo rítmicamante podemos intentar proporcionarle esa sensación de balanceo de otro modo. Sentados, con los pies ligeramente separados y las rodillas juntas, colocaremos al bebé sobre su estómado o de lado, y moveremos rítmica, rápida pero delicadamente las piernas de forma acompasada.

Succión no nutritiva
Por supuesto no podemos dejar de lado la mejor de las soluciones que nos ofrece la propia naturaleza del bebé para calmarse, la succión. Succionar no solamente sirve para alimentarse, es además una sensación que reconforta al niño, posiblente al representar la máxima conexión física con su madre a través del amamantamiento.

Ofrecer el pecho aunque estemos seguros de que el niño no tiene hambre es la mejor de las técnicas que podemos ofrecer para calmar al bebé. Maman y eso hará que un poco de leche brote, aunque sean unas gotas, y les proporciona una cálida sensación de calma.

El dejar que el niño se prenda al pecho es también válido en algunos casos incluso si no tenemos leche y el niño se alimenta con el biberón. Un pecho que no da leche sigue siendo el mismo objeto suave que pueden chupar y servir para calmar al bebé.

Yo he ofrecido mi pecho a bebés de mis amigas que estaban en ese momento ausentes, siempre, por supuesto, con el permiso de su madre, y ha resultado sorpresivamente muy efectivo. Puede parecer extraño si no lo hemos hecho nunca, pero la costumbre de amamantar o calmar con el pecho a niños de otras mujeres es algo que en otras culturas no llama tanto la atención como en la nuestra.

Si el niño ha sido recientemente destetado esto puede funcionar muy bien, o por el contrario, hacerle enfadar si espera una leche que no brota. Cada niño reacciona de manera diferente. Si la madre desea intentarlo no hay nada que lo impida, todo depende de ella y de su hijo, ambos deben sentirse cómodos con esta solución. Si la madre se siente incómoda puede ser contraproducente y no hay que forzarse.

También podemos recurrir al chupete, que le ofrece una manera de colmar su necesidad de succión calmante, y siempre es mejor ofrecerlo en brazos, con toda la ternura y acompañándolo de contacto ocular.

Conclusión
De todos modos cada niño es diferente y lo que a uno de ayuda puede que a otro no le agrade. Todo consiste en escucharlo y respetar sus necesidades, atentos a sus reacciones y ofreciendo diferentes posibilidades hasta encontrar la que mejor se adapta a él. Con estas ideas cada familia puede encontrar el modo mejor con la que calmar el llanto del bebé.

Miss Maléfica dixit.
"Gigoló" (vividora) de la maternidad
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Yo de mayor quiero ser.... EMPODERANTE
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