10 de diciembre de 2009
Crianza con apego: psicoanálisis, feminismo y neurobiología
Por Ileana Medina Hernández
En el blog de Crianza y Confianza, entre los comentarios a uno de sus interesantes posts, una lectora me deja este envite:
"Ileana, me ha sorprendido mucho tu punto de vista ¿La crianza con apego atenta contra el patriarcado y contra la tradición católica? Yo creí que a quien llevaba la contraria era a tantas feministas que aseguran que vale tanto un padre como una madre y un biberón como una teta. Así que me he ido a tu blog a ver qué más decías. Fascinante."
Esta pregunta me permite hacer algunas aclaraciones necesarias sobre la relación entre los fundamentos teóricos de lo que ha venido a llamarse "crianza con apego" con el feminismo y el psicoanálisis. Comienzo por una afirmación categórica que intentaré demostrar: EL FEMINISMO DE LA IGUALDAD Y EL PSICOANÁLISIS CLÁSICO (GRANDES ENEMIGOS ENTRE SÍ) FORMAN PARTE AMBOS DE LA CÚSPIDE DEL PENSAMIENTO PATRIARCAL.
Podría afirmarse que los estudios psicoanalíticos y los estudios feministas -con toda su enorme variación interna: no hay un solo psicoanálisis ni un solo feminismo- son dos de los corpus teóricos más importantes e influyentes de las ciencias sociales del siglo XX.
La línea vertical de la "civilización" iniciada desde el neolítico con la revolución agrícola, la escritura, la religión monoteísta y el patriarcado, alcanza en el siglo XX su punto más alto. Pero todo sabemos que alcanzar la cima es también el comienzo del descenso.
1.- Crianza con apego y psicoanálisis
El psicoanálisis es la producción teórica occidental que más ha profundizado en las honduras de la psique humana, y que más se ha aproximado a las verdades de la "filosofía perenne", a las formas elevadas de misticismo y sabiduría que están presentes en todas las culturas de la humanidad. Los conceptos de 'inconsciente' (y de sombra), de 'represión' y de 'individuación', por solo citar tres de las categorías psicoanalíticas fundamentales, son básicos para la concepción de una psicología integral que abarque la personalidad humana en toda su profundidad.
Sin embargo, que el psicoanálisis freudiano es absolutamente falocéntrico y patriarcal, y que ahí radican sus principales limitaciones, no es noticia.
El psicoanálisis clásico ha sido acusado desde todos los ángulos por los más variados enfoques feministas. El "complejo de Edipo" y la "envidia del pene" son, como explican insuperablemente Casilda Rodrígañez y Ana Cachafeiro en el capítulo 2 de la primera parte de su libro La represión del deseo materno y la génesis del estado de sumisión inconsciente, la más sofisticada elaboración del pensamiento patriarcal para ocultar el "crimen de la madre", para ocultar la represión del amor maternal que es la verdadera "carencia primaria" que da origen al Edipo:
"El reconocimiento de que la sexualidad primaria es una sexualidad maternal, cóncava y no falocéntrica, no habría permitido una interpretación del mito de Edipo en los términos del Complejo de Edipo; habría conducido a la interpretación más sensata de Eric Fromm de que es en la violación del principio maternal donde se encuentra el origen y el meollo de casi todas las neurosis: fue el crimen de Yocasta, al abandonar a su hijo en el bosque para que encontrara la muerte, lo que desencadenó la destrucción de todos, incluida la de ella misma. No nacemos con complejos de Edipo, ni con castraciones; no nacemos con carencias, sino con una enorme producción de deseos, de deseos maternos, que bien pronto se estrellan contra las pautas y los límites establecidos por las normas patriarcales.
(...)Asi el Complejo de Edipo del psicoanálisis viene a cumplir el mismo papel que el pecado original de la religión judeo-cristiana: ocultar el crimen de la madre, ocultar su cadáver y construir la impostura, la madre patriarcal libidinalmente aséptica."
Visto así, el Complejo de Edipo fue el gran "truco" freudiano, la última vuelta de tuerca del pensamiento patriarcal para enmascarar, para disfrazar de "innato" lo que no era más que la falta básica materna, la falta primaria de cuidados, leche y cuerpo maternos. Y, de paso, convertir en "aberrante", concebir como deseo coital, incluir en el tabú del incesto, lo que no es más que el deseo primario natural de la criatura, de cualquier criatura, de mamar y de permanecer junto al cuerpo materno.
Desenmascarando correctamente el mito del Edipo, el resto de las grandes referencias teóricas de la crianza con apego provienen en buena parte del psicoanálisis: los experimentos iniciales de Bowlby y Harlow, el concepto de "hospitalismo" de René Spitz, la obra de Françoise Dolto y su discípula Laura Gutman, la obra de Alice Miller... y otras mujeres psicoanalistas de adscripción junguiana como Clarissa Pinkola o Jean Shinoda Bolen, recorren el camino, ya sea en el sentido del bebé hacia la madre, o desde la "esencia femenina" hacia el bebé, para revelar lo que desde mi punto de vista es el principal y más contundente argumento que puede esgrimirse contra el patriarcado: "el crimen de la madre", la omisión de la importancia de la madre "entrañable", de la primera e importante relación del bebé con su primer entorno biológico.
2.- Crianza con apego y feminismo
Las feministas "clásicas" defensoras de la igualdad (esas que dicen que "da lo mismo una madre que un padre, una teta que un biberón") arremetieron -y arremeten- contra el psicoanálisis, porque consideran que sus teorías mantienen a la mujer "atada" a una supuesta "esencia maternal", lo que conllevaría a prolongar su dominación y su discriminación en el mundo laboral y público.
Creo que, en un primer momento, esto pudo ser así. Quizás al feminismo del siglo XX le correspondía demostrar que las mujeres podíamos y éramos capaces de llevar adelante carreras profesionales, políticas o públicas al mismo nivel que los hombres, y la maternidad podía entenderse como un obstáculo para ello (un obstáculo en el mundo laboral tal como está entendido hoy, que no tiene por qué ser siempre así. Pero en ese caso, es el mundo laboral el que habría que cambiar, y no a la maternidad).
Pero reconocer que las mujeres somos -hasta día de hoy- las únicas que podemos embarazarnos, parir y amamantar, y exigir que esto deba ser protegido por la sociedad en su conjunto, creo que ha de ser el siguiente paso de la lucha feminista, dado que la reproducción y la crianza son lo más importante de la sociedad, fundamental para la conservación y el desarrollo de la especie.
Mientras las mujeres seamos las únicas que podamos embarazarnos, parir y amamantar, no somos iguales a los hombres. Somos IGUALMENTE VALIOSAS, pero no iguales. Podemos partir de cualquier identidad sexual previa, construir nuestra identidad sexual como queramos (nadie serio puede negar hoy en día que la identidad sexual es una construcción cultural), pero desde que tomamos la decisión de quedarnos embarazadas, desde que nos convertimos en el PRIMER ENTORNO en que el que la nueva vida humana se forja y se inicia, tenemos ya una responsabilidad única con esa nueva vida humana, QUE NO TERMINA EN EL MOMENTO DEL PARTO.
El psicoanálisis lo demostró en su momento, y hoy lo demuestra la neurobiología. La separación de la criatura de ese primer entorno, no puede ser brusca. El vínculo de apego que se establece entre el bebé y el ser humano que le ha dado la vida debe continuar a través de la lactancia materna, que no es solo una forma de alimentación, sino también tiene importantes componentes afectivos, sensoriales y sexuales para la primera fase de desarrollo del bebé.
En un interesante debate que sostuve con otra bloguera y madre entrañable, luchadora por el parto respetado y por la prolongación de la baja maternal, que se autodefine como "ecofeminista", ella me decía que pensar los temas de la lactancia materna y de la maternidad desde el punto de vista del bebé nos "limitaba a las mujeres como sujetos".
Yo creo precisamente lo contrario. Creo que no podemos pensar la maternidad, la paternidad y la crianza sin PENSAR EN EL PRINCIPAL SUJETO IMPLICADO: el bebé. Que además es el principio de todo cambio social, el futuro mismo de la humanidad.
Si defender la idea de la "madre entrañable" nos arriesga a ser oprimidas y reducidas solamente a la condición de "paridoras", lo que hay que cambiar es la sociedad que nos oprime y nos reduce -y esto me parece mucho más revolucionario que el feminismo de la igualdad-, pero no negar el hecho obvio de que somos las únicas que podemos parir, y eso nos da, no una limitación ni un pretexto para la opresión, si no un inmenso PODER, una inmensa responsabilidad, un inmenso privilegio, privilegio que tenemos que defender, no ya solo por una cuestión "femenina", sino, y sobre todo, por garantizar el mejor cuidado posible para nuestros hijos. (Esa responsabilidad a menudo es entendida como "culpabilidad". Pero el problema de la culpabilidad, que ya hemos tratado en otro post, como el de la maternidad y la crianza, no es solo de las madres, es de la sociedad en su conjunto que debe apoyar esa maternidad).
Un padre puede igualmente brindar amor y cuidados a nuestros hijos, es más, debemos aparearnos y reproducirnos precisamente con esos machos proclives a desarrollar su capacidad de cuidado y apoyo, su compromiso con la vida doméstica y con la familia. Un niño que ha sido abandonado por su madre biológica, puede desarrollarse como una persona normal y sana al cuidado de una familia adoptiva amorosa, ya sea heterosexual u homosexual, qué duda cabe. Pero el vínculo que se establece a través de la lactancia materna, ayudado por la oxitocina y la prolactina, manteniendo el continuum con el mismo cuerpo en que fue gestado, el mismo que el bebé reconoce por el olor, por los sonidos, por su experiencia prenatal... es sin duda lo más óptimo para el bebé recién nacido, hasta que por sí mismo es capaz de separarse del cuerpo de la madre.
Independientemente de la discusión sobre una esencia "maternal", sobre nuestros derechos a embarazarnos con conciencia, a parir en libertad y a amamantar con placer, me parece también muy importante el DERECHO DEL BEBÉ a ser gestado en el mejor de los entornos posibles, a nacer por sí mismo en un mundo que le recibe con amor y respeto a su integridad, y a ser nutrido física y psíquicamente con leche materna.
Quizás, precisamente abandonar el enfoque adultocéntrico (el último tabú que aún nos queda), y pensar el problema desde el punto de vista de los bebés (que fuimos y somos todos) nos ayude a obviar ciertas diferencias teóricas, a unificar posturas en torno al problema. Nadie mejor que las propias mujeres, que fuimos -y todavía en gran medida somos excluidas del discurso patriarcal- para reivindicar la inclusión, no solo de las mujeres, sino también de todos los excluidos, sobre todo, los bebés y los niños.
La lucha por la visibilidad de los derechos de la mujer debe ir acompañada por -y ser compatible con- la lucha por la visibilidad de todos los sujetos, especialmente de los derechos de nuestras propias crías, de los niños y los bebés que han sido condenados al silencio más absoluto:
"Sólo los hombres son válidos: las mujeres, los homosexuales y los niños son inválidos o minusválidos (por eso son llamados con otro nombre). Son los restos de la división. Las mujeres son arrojadas al denominador: designadas como sexo sometido. Los homosexuales son expulsados de la realidad: son el resto no reconocido. Los niños son reducidos al limbo linfático -sin habla- en espera del cielo apofántico: sometidos a un compás de espera (que, para las niñas, será eterno)." [Ibañez, Jesús: "Masculino/femenino-producción/seducción" en Por una sociología de la vida cotidiana, Editorial Siglo XXI, 1994, pág. 65].
Solo haciendo compatibles los derechos de las mujeres con los derechos de los niños pequeños, podremos construir una sociedad donde madres y padres podamos contar con permisos remunerados más extensos para cuidar de nuestros bebés, y donde ni la maternidad ni la paternidad conscientes y entregadas, tengan un coste tan elevado en los ingresos familiares, en la estabilidad laboral y en el desarrollo de las carreras profesionales de las madres y los padres que deseemos permanecer junto a nuestros hijos más o menos exclusivamente durante una etapa de nuestras vidas.
El feminismo primario de la "igualdad" (que el sociólogo español Jesús Ibañez llamó "feminismo converso"); el que dice que la "realización" de la mujer debe suponer incorporarnos al trabajo 5 días después del parto (como hizo aquella ministra francesa) ó 16 semanas que también es muy poco, con el cuerpo igual de perfecto y sin huellas de la maternidad; el que dice que la realización personal solo puede provenir del éxito profesional tal como lo entendemos hoy; y que todos, hombres y mujeres debemos salir de casa a las 7 de la mañana y volver a las 9 de la noche, mientras nuestros hijos los cuidan otros; ESE PARA MÍ, SIGNIFICA LA GRAN VICTORIA DEL SISTEMA PATRIARCAL. Así, el sistema patriarcal únicamente enfocado a la producción, al consumo, al dominio de unos hombres sobre otros, a la explotación de la fuerza de trabajo humana, a la riqueza material, a la competitividad, a lo público, a la velocidad, a la racionalidad, a la explotación de los recursos naturales... obtiene su total hegemonía, con total complicidad de los hegemonizados, como suele ocurrir.
Lo verdaderamente feminista, lo verdaderamente revolucionario y explosivo, es luchar por que la sociedad occidental considere como IGUALMENTE VALIOSOS los valores que hasta ahora han sido considerados "inferiores": la reproducción, la maternidad, el parto, la lactancia materna, la crianza, el apego, la seducción, las emociones, el placer, el cuidado, los afectos, la lentitud, la vida privada, la libertad más íntima y subjetiva de la familia como espacio nutricio y afectivo, responsable primera y última de la educación y la nutrición emocional de nuestros hijos.
3.- Crianza con apego y neurobiología
Por si todas estas ideas necesitaban el refrendo de la Ciencia, distintas ramas de la neurología han demostrado hoy lo que ya muchos intuíamos: la maduración del cerebro infantil necesita de una figura de apego seguro, tanto para su desarrollo emocional óptimo, como para el desarrollo fisiológico de las conexiones neuronales.
La psicóloga Rosa Jové, en su último libro, La Crianza Feliz, dedica un capítulo completo a resumir los últimos descubrimientos de la ciencia sobre el desarrollo del cerebro infantil, y la importancia de que los bebés se sientan satisfechos y atendidos para eliminar el estrés de su vida, y cómo las sustancias bioquímicas del estrés perjudican su desarrollo cerebral.
El psiquiatra Luis Rojas Marcos, en su libro Las semillas de la violencia, premio Espasa-Calpe de Ensayo, comenta la importancia del concepto de neuroplasticidad y de la satisfacción de las necesidades de los niños en sus primeros 12 años de vida, durante los cuales el cerebro está creciendo y forjando sus conexiones neuronales, para que crezcan individuos realizados y felices.
La psiquiatría biológica, como bien resume Jorge Forero Vargas en este importante artículo, ha demostrado la importante relación que existe entre los cuidados posnatales y la plasticidad cerebral:
"Es necesario promover en los padres el contacto físico y el prodigar caricias, estimular la lactancia materna, para desarrollar en los recién nacidos y en los infantes la sinaptogénesis y proteger a las futuras generaciones de los estragos del estrés crónico."
La bióloga y escritora Casilda Rodrigáñez, cita profusamente los estudios del neonatólogo Nils Bergman que demuestran que existe un período de "gestación externa" que debe respetarse para el desarrollo óptimo de criaturas libres y saciadas, por tanto, a salvo tanto de la agresividad como de la sumisión.
Los trabajos del pediatra francés Michel Odent sobre salud primal demuestran la importancia de esta etapa para el desarrollo emocional y la capacidad de amar del individuo. Eduard Punset ha difundido también en España muchos recientes estudios científicos sobre la importancia de la etapa perinatal y el desarrollo de las emociones.
La periodista norteamericana Katherine Ellison, premio Pulitzer, recopiló además en su libro "El cerebro de mamá", una gran variedad de estudios científicos que demuestran que tener -y cuidar- un hijo mejora el cerebro y las capacidades intelectuales de las mujeres.
Las evidencias científicas sobre la importancia y la riqueza de la relación madre-bebé son abrumadoras, si es que hacían falta, para demostrar lo que ya sabíamos sobre la importancia de la magia.
Publicado por Ileana
"Gigoló" (vividora) de la maternidad
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