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por Malefica
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"LLANTO, AGRESIÓN, COMUNICACIÓN

Comunicarse es hacer partícipe al otro de lo que nos pasa. Hacer partícipe significa hacer que el otro “tome parte” , que no le deje indiferente, que se entere, que opine, que le conmueva, que haga algo al respecto. Comunicación es contacto. La comunicación que no consigue que el otro participe, es una comunicación que fracasa: se queda en la categoría de información.

Durante la infancia, cuando el ser humano depende tanto de la participación de un otro en su vida (de sus padres, concretamente), podemos llegar a imaginar que los mecanismos de comunicación son bastante sofisticados… y cambiantes, porque crecen con el niño y (con suerte) con los padres.

Como ocurre con tantas y tantas cosas relativas a la vida de las familias, la comunicación también es una acción que forma parte de una dinámica. Así, la comunicación es algo vivo, que vibra, se transforma, se adapta y moldea dependiendo de la interacción de sus “participantes”.

Si pensamos que el lenguaje es aquello que el niño adquiere alrededor de los años estamos terriblemente equivocados. El niño habla desde antes de nacer, porque lenguajes hay tantos como formas de comunicarle al otro quiénes somos, lo que somos, cómo estamos.

Si el ser humano no poseyera la capacidad de comunicarse en el momento del nacimiento, estaría abocado a la muerte puesto que sería incapaz de hacer participar a nadie de su existencia. Pero afortunadamente, el bebé que nace viene preparado para hacer saber a sus progenitores (sobre todo a la madre) infinidad de cosas mediante sonidos, movimientos, tensión corporal, ritmos fisiológicos (se podría decir que un bebé habla con el cuerpo entero) y, por supuesto, el llanto.

De todos los anteriores es el llanto el más potente comunicador que el recién nacido posee y, dado que de él obtiene la mayor parte de respuestas, lo normal es que quede establecido con “El Lenguaje” del recién nacido y del bebé, con mayúsculas.

Pero no menos importante es el “Lenguaje Cuerpo”, puesto que sensaciones como “hambre” “frío” “pis” o “caca”, que en recién nacido provocan malestar y por lo tanto llanto, muchas veces son utilizadas por el niño más mayor como herramientas de comunicación en toda regla, como palabras clave a través de las cuales realmente tenemos acceso a necesidades más profundas y todavía difícilmente nombrables por el niño.

La transición del “lenguaje llanto” al “lenguaje palabras” representa para el niño y para sus padres un reto complicado pues, los padres, acostumbrados a tolerar y contener el llanto del pequeño, muchas veces ignoran que pueden mostrarle a su hijo que “hay otras formas de comunicarse” . Obviamente esta transición sólo puede ser hecha cuando realmente el pequeño comienza a tener a su disposición cierta capacidad de comunicar su mundo con palabras; el miedo de todos desaparece cuando descubrimos que la palabra comunica de manera mucho más eficaz que el llanto.

Lo mismo sucede con la agresión que, junto con el llanto, es otro potente comunicador . Para conseguir lo que uno quiere, para mostrar el enfado, para estar por encima del otro, para establecer “contacto” corporal de forma masiva.. para comunicar todo aquello que al niño le supera, más allá del pobre control de sus impulsos, el pequeño cuenta con manos, pies y dientes. Durante mucho tiempo, la agresión es la única forma que el pequeño tiene de comunicar su malestar (a grandes rasgos), pues el control de los impulsos es complicado y a veces se hace esperar más de lo necesario.

El niño que agrede sin duda lo hace porque siente que ése es el “lenguaje” en el que mejor puede expresar determinados sentimientos. Sin embargo, las agresiones invaden y violan la intimidad física y emocional del que las recibe y, por tanto, parece bastante razonable ponerles límite y no dar cabida a un tipo de vínculo en el que el propio deseo se impone al del otro gracias al poder que da la violencia.
Y así como jamás debemos someter a un niño mediante la violencia, verbal o física.. tampoco debemos permitir que él lo haga con nosotros o con los demás. La violencia se da fácilmente la vuelta y es un camino de doble recorrido: si el niño crece ejerciendo su agresión hacia nosotros y nosotros lo toleramos, puede que el día de mañana sea él el adolescente o adulto incapaz de decir “basta” a una agresión: es lo que habremos enseñado.

Pero la no tolerancia no significa para nada más violencia: es fundamental proporcionarle al niño otras vías para expresar lo que le pasa, ayudarle a madurar otros códigos que nos hablen de sí mismo e inaugurar juntos nuevas formas de decirnos las cosas o expresar los peores sentimientos, que por cierto cuentan con todo el derecho del mundo para estar ahí (“puedes sentir lo que sientes, tienes todo el derecho, pero no puedes expresarlo pegando”)
Y otras muchas veces no es tan importante señalarle formas alternativas a la agresión (que también) como el trabajo en paralelo que podemos hacer disfrutando juntos del lenguaje, del gesto (la caricia, el abrazo) sin dejar de aprovechar para enseñarle al niño que las acciones positivas generan una “reacción en cadena positiva” mientras que con las agresiones sucede lo contrario.
Si la relación del pequeño con los demás está demasiado “polarizada” en negativo, parece imperativo ayudarle a equilibrar sus acciones mediante la constatación y el señalamiento paterno de que él también puede cuidar a los demás, ser generoso, noble y terriblemente cariñoso. Y créanme: si nos ponemos a ello, pillaremos al “pegón” siendo todas estas otras cosas en un solo día. Sólo es cuestión de darles más valor que a la agresión y hacerlas formar parte del vocabulario que empleamos para describir a nuestro hijo.

El desarrollo es, en parte, una evolución de la comunicación. Pocas veces tenemos en cuenta que el niño desde que nace hasta que es adulto y más allá, tendrá que ir descubriendo e inaugurando formas de comunicarse que se adapten a su momento evolutivo. Lo que valía cuando era recién nacido, ya no vale con dos años y lo que valía con dos no vale con tres ni con cuatro.
Cuesta mucho trabajo desprenderse de aquellos recursos que tanto nos han dado, que nos han sido tan útiles para “hablarnos” entre nosotros, conocernos, comprendernos y atendernos. Y digo “nos” porque no sólo le cuestra trabajo al niño, sino también a los padres que a menudo sienten que “traicionan” algo muy profundo cuando le muestran al pequeño un nuevo código y, en cierto sentido, inauguran un nuevo libro con las páginas en blanco para todos. Ser padres consiste en escribirlo juntos.

Violeta Alcocer."

Miss Maléfica dixit.
"Gigoló" (vividora) de la maternidad
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Yo de mayor quiero ser.... EMPODERANTE
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