Nada mejor que una fuente oficial para hablar de este tema. La Organización Mundial de la Salud recomienda la lactancia materna como mínimo hasta los dos años de edad y mantenerla hasta cuando madre e hijo lo deseen.
Esto quiere decir que la OMS apoya la lactancia materna prolongada.
Si tú como mamá deseas seguir amamantando a tu hijo de tres, cuatro o cinco años no hay ningún inconveniente para que lo hagas; si a tu hijo lo hace feliz y a tí te gusta, no hay nada más que cuestionar; nadie tiene derecho a decirte cuándo destetar a tu hijo. Sigue tu instinto materno y verás que en el hecho de prolongar tu lactancia no hay más que un diálogo de amor y entendimiento entre tu hijo y tú.
Si se dejara al niño mamar a demanda desde que nace y no se interviniera para nada sucedería que el pequeño dejaría el pecho de su mamá por propia iniciativa ¡entre los tres y los seis años! esto es lo natural, lo biológicamente normal para nuestra especie humana y mamífera, todo lo demás corresponde a prejuicios sociales, imposiciones que luchan contra nuestra intuición y contra la sabiduría milenaria que todas las mujeres llevamos dentro pero a la que con tanta frecuencia hacemos caso omiso y ponemos en su lugar la práctica de consejos de lo más variopintos sin ningún fundamento.
Lamentablemente gracias a nuestras arraigadas costumbres culturales la mayoría de madres que amamantan a niños “mayorcitos” lo hacen en medio de un manto de silencio, tratando de ocultar ese vínculo hermoso y natural. Uno de los comentarios más frecuentes es aquel que dice que cuando un niño muy grandecito sigue siendo amamantado existe una relación patológica entre la madre y el niño; aún no he logrado saber a qué se refiere la gente con “patológica” y tampoco me gustaría saberlo.
Queremos transmitir a las madres que optan por la lactancia prolongada un mensaje de complicidad para que continúen mirando ese lazo con sus hijos como lo que es: algo mágico, inexplicable y natural. Que los comentarios ajenos no te roben el privilegio de la lactancia prolongada. Le estás brindando a tu hijo un regalo tan importante como lo es una base sólida para una buena salud, le estás dando seguridad, amparo, momentos de alegría y estás estableciendo con tu hijo un lazo de afecto enorme que le ayudará al pequeño a sentar las bases para una autoestima saludable y el modelo de relacionamiento que tiene contigo le servirá para tener relaciones personales abiertas y honestas con las personas que lo rodean