Vereis, hace un mes y medio, más o menos, Adrián de la noche a la mañana empezó a morderse las uñas con una voracidad asombrosa, incluso alguna vez llegó a hacerse sangre. Sus favoritos eras los dedos pulgares e índices.
No me gustaba nada que lo hiciese, le explicaba que se iba a hacer pupa, que le saldría sangre, etc, pero no quería estar todo el día encima de él por si era contraproducente. Tenía confizanza en que fuera la novedad y que se olvidara en unos días.
Pero igual que llegó el problema llegó la solución: un día conoció el maravilloso mundo de la plastilina en casa de mi hermana. Era de esa plasti que no mancha y que se seca y se pone dura enseguida. Como estaba tan entusiamado con el nuevo juego el papá le compró un paquete enorme de la plastilina tradicional (pringosa) de color negro , y claro al rato de usarla se le ponían las manos manchadísimas y con trozos incrustados en las pocas uñas que le quedaban y que por cierto, es dificilísimo de limpiar.
Y así jugando un día tras otro con la plastilina negra, y con esa capa incrustada entre la maltrecha uña y la carne, me he dado cuenta que ya no se las come .
No sé si es que el vicio se le ha ido por si solo o algo tiene que ver el adorno negro que luce en sus dedos y que le echa para atrás cada vez que se va a meter las uñas en la boca.
Ya sé que no es el método más higiénico, pero parece que ha servido. A partir de ahora compraré plastilina blanca .