- Sab, 19 Abr 2008, 13:55
#253256
Aquí va alguno más:
Seguridad en sí mismo es lo primero que el niño necesita para formar su identidad. Esa seguridad la obtiene del marco afectivo que le dan sus seres más cercanos, es decir del apego -explica Juan Manuel Bulacio, director del Instituto de Ciencias Cognitivas-. En los trastornos de
angustia de separación existe alguna inseguridad en relación con las figuras de apego; es decir, el niño siente que su base no es segura y por lo tanto quiere permanecer cerca de ella por temor a perderla."
.
Un dramático ejemplo de la importancia del afecto es el resultado de una famosa investigación coordinada a lo largo de treinta años por el psicólogo austríaco René Spitz. Este estudio se basó en la observación de cientos de bebes en diversas guarderías.
.
Se trataba de nenes cuyas madres, solteras o divorciadas y de nivel socioeconómico bajo, no podían hacerse cargo de ellos. En estos centros, cada enfermera tenía a su cargo a diez bebes, por lo que cada uno obtenía, en el mejor de los casos, una décima parte del tiempo de la enfermera, es decir, una décima parte de los cuidados que le hubiera dado una madre.
.
Como agravante de la carencia afectiva, era común que las enfermeras colgaran sábanas entre las camitas, aislando al niño del mundo y de los otros cubículos.
.
Todos los niños observados tenían buena relación con sus madres, las que los visitaban frecuentemente. Pero en cierto momento, entre el sexto y el octavo mes, fueron privados de ellas, por diversas razones, durante tres meses.
.
Como consecuencia de la separación, los bebes desarrollaban una conducta lloriqueante que después de un tiempo daba paso al retraimiento. Solían desviar la mirada cuando alguien se acercaba, se negaban a participar en actividades que se les proponían, perdían peso, sufrían de insomnio y tenían resfríos recurrentes.
.
Cuando la separación de la madre excedía los cinco meses durante el primer año de vida, los síntomas iban empeorando. Los niños quedaban postrados boca arriba en su cama y la pérdida de apetito y la propensión al aumento de las infecciones llevaban a un porcentaje tristemente elevado de muertes si la privación afectiva continuaba en el segundo año de vida.
.
Este es un ejemplo dolorosamente extremo de cómo el ser humano necesita del contacto afectivo para vivir. No alcanza sólo con alimento y cuidados higiénicos. La falta de afecto puede derivar en problemas como el trastorno de ansiedad de separación u otros mayores.
.
"Si la separación temprana de la madre es indispensable por razones económicas o laborales, debe tratarse de que el bebe quede acompañado, en la familiaridad de su casa, y en la medida de lo posible evitar el anonimato de la guardería", opina el doctor Jorge Franco, médico psiquiatra y jefe de consultorios externos de Salud Mental del Hospital de Clínicas.
.
"Se deben diferenciar los problemas eventuales de angustia ante la separación de los padres -como dificultad para quedarse en el colegio o en casa de familiares o amigos cuando se puede reconocer el motivo que origina el conflicto- de aquellos casos en los que el chico nunca pudo dormir fuera de su casa, que exige la presencia de la madre en un cumpleaños de un amiguito, mientras que ninguno de sus compañeros está acompañado", agrega Franco.
.
La maduración en la infancia es muy variable y depende de muchos factores. La necesidad de presencia y cercanía física de la madre o de un sustituto con función materna debe ir menguando con la edad, pero si no se constituye la confianza básica en el niño, que es su certeza de ser querido y protegido, aumenta su inseguridad juntamente con exigencias y demanda de atención.
.
"Alrededor de los tres años, el niño ya puede separarse porque ha internalizado la figura de los padres y cuando se separa por un tiempo los tiene adentro. Como a esta edad ya les ha perdido el miedo a los desconocidos, hay que enseñarle ciertas pautas para que pueda comenzar a cuidarse; por ejemplo, que no se vaya nunca con un desconocido por más amable que sea", dice Eva Rotenberg.
Otro:
Autor: Isabel F. del Castillo
Area: Infancia » Crianza
Cada vez que oigo a algún@ politic@ pedir plazas de guardería de 0 a 3 años, se me atraganta el 0. Ya sé que se debe al deseo facilitar a la mujer el acceso al mercado de trabajo, pero no deja de ser un disparate desde el punto de vista del niño.
No podemos seguir haciendo como si un bebé pudiera aparcarse con el mismo desapego que un coche en un parking. En la naturaleza, es la inteligencia de la especie la que determina la duración, intensidad e importancia de la relación de dependencia que el bebé tiene con su madre. Sintiéndolo mucho por quien se sienta superior, no somos más que la especie mamífera más inteligente (¡!), lo que no hace más que poner de manifiesto la importancia de nuestra condición mamífera, y la necesidad de que el bebé experimente en toda su intensidad esa relación de dependencia. Es la profundidad de las raíces lo que permite al árbol crecer hacia el cielo.
La importancia de crecer los primeros meses en el seno del vínculo con la madre no es sólo una cuestión afectiva. Afecta al desarrollo de la inteligencia, a la salud, a la capacidad de crear vínculos posteriores y a un sinfín de factores que conforman una persona equilibrada. No existiría ahora tanto cursillo en las empresas sobre inteligencia emocional, si se permitiera que se desarrollara cuando le toca, en los primeros meses y años.
No hacen falta más guarderías de 0 a 3 años, sino un periodo de crianza en casa de mínimo un año (lo ideal sería hasta los 2-3 años) para quien lo desee. Ese es el tipo de apoyo del Estado que necesitan las familias, y esa es la tendencia en otros países europeos, después de comprobar que es más barato apoyar directamente el maternaje, que gastarse el presupuesto en sanidad, psiquiatras o policía. Deberíamos acostumbrarnos a considerar problemas como la violencia juvenil, el fracaso escolar y la desmotivación general de que se acusa a los jóvenes de una forma más global, tratando de comprender donde están las causas.
Isabel F. del Castillo
otro más:
Mejor tarde que temprano
En este artículo traemos fragmento del libro llamado “Mejor tarde que temprano” fruto de una serie de estudios que se realizaron sobre la escolarización temprana. Los autores proponen un interesante punto de vista en el cual consideran que entre los ocho y los diez años es la edad en la cual un niño está realmente preparado para asistir a un centro educativo.
En la introducción, los autores explican que este libro es el resultado de un proyecto de investigación, incentivada por el hecho de que "...Investigaciones realizadas por neurólogos y psicólogos habían sugerido que el cerebro del niño normal no está listo para programas sistemáticos de aprendizaje hasta que el niño alcanza ocho a diez años de edad. Algunos especialistas aun dudaron si se debe forzar al niño a asistir a la escuela."
<!--[if !supportLineBreakNewLine]-->
Los autores resumen los resultados de su investigación de la siguiente manera:
• El hogar es la institución primaria para los niños pequeños.
• Dudamos que es necesaria la educación preescolar para la mayoría de nuestra población.
• Creemos que el hogar es potencialmente más económico que la escuela para los niños en vía de desarrollo.
• Tememos que los planificadores se muevan demasiado lejos a un ritmo demasiado rápido sin atención responsable a la investigación.
• Aceptamos que los limitados físicos y los que son altamente desventajados, pueden necesitar ayuda especial fuera del hogar.
Detrás del escenario de la educación temprana
¿Por qué los padres querrán que su niño preescolar sea educado fuera del hogar?
- Los padres quieren tener su libertad, o dicen que "tienen demasiado que hacer". Entonces, es una pregunta de los valores que mantienen los padres: ¿Quién o qué tiene la prioridad: la libertad de los padres o el bienestar de los niños?
- Los profesionales insisten que el niño necesita la experiencia preescolar. Pero tales personas hacen una suposición equivocada: suponen que el niño preescolar requiere la estimulación de un programa que tiene el estilo de una escuela. (Las amplias investigaciones expuestas más adelante demuestran que esta suposición es muy equivocada.)
- Hay muchos intereses escondidos detrás de la educación preescolar: inversiones gubernamentales, intereses comerciales, presión de sindicatos y otros grupos, etc.
- Algunos padres lo hacen simplemente porque "todos lo hacen".
Al mismo tiempo, investigadores prominentes en educación, psicología y salud, se quejan de que los planificadores y legisladores en educación, ¡simplemente no toman en cuenta los resultados de sus investigaciones!
Elaborando las leyes
"¿Por qué los legisladores de los estados han pasado leyes decretando o induciendo la educación de niños de seis, cinco o cuatro años? Hasta ahora, los estudios han demostrado que estas leyes no están apoyadas en ninguna investigación sistemática."
Este capítulo discute varios casos en Estados Unidos donde se pasaron leyes acerca de la educación temprana de los niños, simplemente por razones políticas. Otros se basaron en investigaciones mal interpretadas. Por ejemplo, se comparó un grupo de niños que vivían en un orfanatorio, con un grupo de niños que fue sacado del orfanatorio para asistir a un jardín. Este último grupo se desarrolló mejor. "Por lo tanto, se dedujo que tal instrucción es buena para todos. Esto es como si uno dijera que si se puede ayudar a un niño, quitándole de las calles frías en invierno y dándole una carpa cálida, se deben proveer carpas cálidas para todos los niños, cuando obviamente la mayoría de los niños ya tienen viviendas aun mejores."
Algunos temores comunes y preguntas
Enfrentados con estos resultados, muchos padres se preguntan qué pasará si ellos no envían a sus hijos al jardín. No confían en su habilidad para enseñar a sus propios hijos en el hogar. Pero un niño de esta edad no necesita enseñanza formal.
Otro temor frecuente es por la socialización de los niños. Pero la necesidad primordial del niño preescolar es que sus padres le respondan firme y amorosamente. - Los capítulos 5 y 6 mostrarán que la "socialización" que se da en un jardín, en realidad no es lo mejor para que el niño aprenda a socializar.
A veces los padres temen que sus niños se avergonzarán si ellos inician la escuela tan tarde como a los ocho años.
Los planeadores de la educación preescolar también ridiculizan la idea de que comiencen con más edad la escuela. Ellos, y algunos padres, piensan que los que entran tarde se graduarán de la escuela secundaria a los veinte o veintiún años, y que lleguen a ser personas inadaptadas. - Esto fuera así si se obligara al niño a empezar en primer grado. Pero esto no debe ser. Un niño que se quedó en casa, debe poder empezar uno o dos grados más adelantado que el resto de los niños. Normalmente él alcanza a los de su edad en unas pocas semanas o meses, y con frecuencia sobrepasa a sus compañeros.
Otro temor común de los padres es enfrentarse a las leyes del estado. - En muchas comunidades, las autoridades de las escuelas están de acuerdo en permitir una inscripción más tarde si se provee al niño un ambiente hogareño sano. En aquellos casos donde hubo acusaciones, por lo regular los abogados y los jueces de los distritos han rechazado las acusaciones sin jucio, cuando revisan la evidencia de la investigación acerca de la educación temprana. - Los buenos educadores se preocupan más por el bienestar de los niños que por cumplir cada ápice de la ley
¿Y qué hay de malo en mandar a un niño a una guardería infantil?
• Tenemos que contestar que en general ni las mejores escuelas se comparan de forma favorable con un buen hogar.
• Algunos niños se dan cuenta de que su colocación en un jardín representa un rechazo por parte de sus padres. Y en muchos casos ellos tienen la razón.
• En un preescolar, una relación cercana con un adulto es virtualmente imposible para todos los niños, en especial en las demostraciones personales de cariño que cada niño pequeño necesita.
• Separar a los niños de esta edad de los padres, por lo general causa inseguridad en los niños.
• Al enviar a sus hijos lejos de la casa, los padres exponen a sus hijos a influencias que no pueden controlar. ... Al pasar el tiempo, no hacen caso a sus padres o los rechazan.
• En un período cuando los padres se deben esforzar por mantener la vida del niño calmada, sencilla y ordenada, muchas veces la educación preescolar complica su vida con el apuro, la transportación diaria y el estímulo fuerte de un grupo cuando él no tiene suficiente madurez para hacer frente a más de unos pocos niños a la vez.
• La competencia con otros niños de su misma edad por los juguetes y el espacio, así como en habilidades físicas y mentales, producen tensión en los niños pequeños.
Cuándo están listos para ir a la escuela
La educación preescolar tiene que tomar en cuenta el desarrollo del cerebro del niño, su visión, su oído, sus percepciones y emociones, so sociabilidad y sus relaciones familiares junto con su crecimiento físico y la escuela misma. Para cada uno de estos factores, parece que hay un nivel de madurez en el cual la mayoría de los niños pueden dejar hogares normales y empezar las tareas escolares sin riesgos serios. Cuando reunimos estos factores, tenemos un índice de la madurez que llamamos el nivel integral de la madurez del niño (NMI). El NMI implica una integración, o un funcionamiento cooperativo, entre los varios aspectos del desarrollo humano. - Creemos que raramente, si no es nunca, el niño alcanza el NMI antes de los ocho o diez años. Con respecto a la vista, el oído, y, hasta cierto punto, la privación maternal, nos sorprendimos al encontrar que los hallazgos de neurólogos y psicólogos coincidían con lo mencionado anteriormente.
Desarrollando lazos
Para el niño, el éxito personal depende en gran medida de un ambiente estable, previsible y consecuente en los primeros años. Por eso, no se debe dejar al niño repentinamente en situaciones grupales. Se le debe dar tiempo para conocer nuevas personas y nuevos lugares gradualmente mientras que mantiene sus lazos básicos, sanos e invariables con su hogar. Lo que más necesita el niño es estar integrado felizmente a una familia que le responde cálidamente. La mayor parte de la instrucción temprana se ocupa en entender al niño en vez de establecer habilidades académicas.
John Bowlby sugiere que la calidad del cuidado que los padres proveen al niño en los primeros años, predecirá su salud mental en el futuro. El nota que el niño pequeño debe experimentar una relación calurosa, íntima y continua con su madre (o sustituto permanente de la madre) en la cual ambos encuentran satisfacción y placer. Cuando el niño no tiene esta relación, se dice que está en desventaja maternal. La falta parcial, después trae la ansiedad aguda, una necesidad excesiva de amor, sentimientos poderosos de venganza, y de este último surge un amplio sentido de culpabilidad y depresión. Los niños de cinco a ocho años de edad que ya tienen la tendencia hacia problemas emocionales, fácilmente pueden ponerse mucho peor por una experiencia de separación.
Mary Ainsworth examina la necesidad del niño con referencia a la suficiencia de su interacción con la madre, la calidad de esta interacción, y su continuidad. Cuando cualquiera de estos factores se encuentra débil si se rompe la continuidad, se tiene que considerar al niño desventajado.
Allan S.Berger, un especialista en los asuntos relacionados con las guarderías: "Las fuentes principales de ansiedad en los primeros años son: la pérdida de los padres o la separación de ellos."
En Uganda, Marcelle Geber examinó más de trescientos bebés que provinieron de familias pobres. En estas familias las madres se enfocaron en los niños, acariciándolos, abrazándolos. También hablaban a sus pequeños. A estos niños se les encontró superiores a los niños americanos, no solamente en términos de la seguridad emocional, sino también en su madurez psicológica, su coordinación, adaptabilidad, sociabilidad y habilidades de lenguaje.
El niño tiene que saber que pertenece a alguien quien a la vez le pertenece a él. Raramente él en realidad goza el ser uno en un salón lleno de niños donde todos pertenecen al maestro.
Oportunidad para los padres
Demasiados padres se preocupan innecesariamente por el ajuste social del niño pequeño. Ellos dan por sentado que el desarrollo social imparte al niño la habilidad de defenderse sin miedo en medio de un grupo de niños. Pero estos niños que parecen sociables, no están necesariamente bien socializados. Ser verdaderamente sociable significa preocuparse por otros, saber cómo practicar la regla de oro, y estar dispuesto a servir. Esto está lejos de la mente de muchos niños pequeños, aunque se supone que se han socializado a través de la educación preescolar.
Una de las mayores necesidades del niño es la soledad. El tiene que pasar tiempo solo para resolver y dramatizar sus propias fantasías. Para él, un palito en una caja de arean puede ser una persona. Una flor puede ser algo que habla... Déjelo solo para dramatizar sus visiones y sus sueños. ... Recordamos intensamente esta necesidad de tener soledad, en una entrevista reciente con el encabezado de un seminario ofrecido para los maestros de los kibutz en Israel:
"Muchos de los niños que crecieron en el kibutz dicen que ellos no tuvieron oportunidad para la soledad cuando fueron niños. Siempre todo fue el grupo, el grupo. ... Y cuando se hacen cosas en grupo, siempre opera la ley del más fuerte, igual como con los perros, gatos, y aun caballos en el corral. Y siempre hay una víctima propiciatoria. Una vez que tú llegas a ser la víctima propiciatoria en el hogar de niños, también lo eres en la escuela. No hay oportunidad de escapar."
Para los niños, una persona y una cosa a la vez es una buena regla para la mayor parte del día. Ellos necesitan tiempo para aprender a relacionarse con poca gente que son importantes para ellos - normalmente su familia o aquellos con quienes viven.
Una de las mejores maneras en que los padres pueden fomentar el desarrollo social de sus hijos, es llegar a involucrarse con ellos en los quehaceres y actividades diarias del hogar. ... Los niños aprenden como trabajar y como relacionarse con el trabajo.
El tiempo y los sentidos
Si se recarga al niño con tareas de aprendizaje antes que esté listo, puede desarrollar cualquiera de los muchos problemas relacionados con el fracaso en el aprendizaje (hasta alteraciones psicológicas severas).
El cerebro:
La división de la labor entre los dos lados del cerebro probablemente se establece entre los siete y nueve años de edad. Antes de este tiempo, el razonamiento del niño está dominado por sus emociones. Pero la habilidad de razonar de manera consecuente, es básica para aprender a leer, dominar la aritmética, y deletrear. Intentar hacer madurar el cerebro más rápidamente por medio de la estimulación, parece al contrario involucrar más riesgo para el niño pequeño.
Jean Piaget concluyó que no se debe apurar el cerebro del niño pequeño en el proceso del aprendizaje. Al contrario, se le debe dar tiempo y el mejor ambiente posible para que pueda desarrollarse. (El mejor ambiente no es el ambiente formal de la escuela, sino un ambiente natural y libre.)
La vista:
Los niños de seis años o menos con frecuencia no pueden ver lo suficiente para leer bien. Se nota esto también en niños de siete años. ... Este proceso de percepción visual es extremadamente complejo. Para entender lo que lee, el niño necesita tener habilidad para conectar nuevos pensamientos con lo que ya aprendió. Luego tiene que recuperar de la memoria lo que ya aprendió con anterioridad, e integrarlo con la nueva información. ... Para que un niño lea bien, tiene que poder visualizar las formas de las letras y las palabras. Para hacer esto, tiene que poder razonar su estructura y retenerla en la mente... Hasta que él pueda razonar de esta manera, no puede leer sin estrés. Y este proceso de razonar no empieza a ser consecuente hasta alrededor de los ocho años o después.
El famoso filósofo americano John Dewey citó especialistas oculares al notar que los ojos de los niños son hechos primeramente para ver a una distancia, o para ver objetos grandes. Obligar al niño a algún trabajo cercano o en objetos pequeños, él razonó, crearía más estrés nervioso de lo que es necesario. Estimó que no se debe pedir a los niños que hagan estos movimientos refinados e incómodos hasta que tengan alrededor de los 8 años. De otro modo, habrá un registro lamentable de sistemas nerviosos perjudicados y de trastornos y distorsiones musculares.
Hasta los ocho o nueve años, el tejido del ojo del niño pequeño es más suave o más plástico que los ojos que son más maduros. Hasta que el ojo del niño se haya movido más allá de esta etapa de plasticidad, no debe leer mucho.
En el estado de Texas, entre 1907 y 1972, la edad para entrar a la escuela se había bajado gradualmente de los ocho a los seis años. Durante este mismo tiempo, se observó un aumento gradual y alarmante de la miopía en jóvenes.
El oído:
El proceso de leer depende también de las capacidades auditivas. Un niño tiene que poder distinguir entre sonidos similares como "p" y "b". Pero algunos niños no pueden distinguir sonidos parecidos hasta los ocho años de edad.
Los especialistas en el área de la lectura frecuentemente encuentran que los niños que se obligan a leer a una edad temprana, se frustran con el tiempo y pierden la motivación. Muchas veces llegan a un bloqueo motivacional alrededor del tercero o cuarto grado. ... No es sorprendente que (en Estados Unidos) se sostiene que hay 7.000.000 niños con problemas de lectura.
Malcolm Douglass ... dice que probablemente podemos reducir nuestros problemas en el área de la lectura hasta 98% si demoráramos la lectura formal hasta la edad de nueve o diez años. Esto está de acuerdo con la experiencia de las escuelas escandinavas, donde históricamente los niños no entran antes de los siete años y los problemas de lectura son raras.
Comparando los niños que comenzaron temprano con los que comenzaron tarde
Inez King estudió dos grupos de niños en Oak Ridge, Tennessee, comparando 54 niños que entraron a la escuela entre los cinco años ocho meses y los cinco años once meses, con 50 niños que empezaron seis meses después.
Aunque había solo una diferencia de seis a nueve meses, King encontró que de once que (más tarde) repitieron grado, solo uno había iniciado la escuela después de los seis años de edad. Por otro lado, 19 niños y 16 niñas del grupo que empezó temprano, parecieron inadaptados en alguna forma, mientras que solo 3 niños y 3 niñas del grupo de mayor edad se consideraron inadaptados.
Los entrantes de más edad se juzgaron más alto en el liderazgo que los de menor edad. En efecto, el niño que se queda en la casa con su madre y comparte las tareas del hogar, parece desarrollar más su autoestima y su sentido de responsabilidad, junto con otros valores que los niños que van a la escuela a una edad temprana no comparten
Escolarización temprana
Quiero entrar en este tema con más detalle, porque existe demasiada información falsa y conceptos equivocados sobre este asunto. La tendencia actual consiste en entregar a los niños cada vez más temprano al cuidado del Estado.
. Cuando nuestro primer hijo tenía dos años, ya nos preguntaban algunos amigos: "¿A qué jardín lo están mandando?"
En realidad, la mejor estimulación temprana consiste en la interacción entre el niño y sus padres. Cuando el niño preescolar es separado de sus padres y del ambiente familiar conocido, sufre traumas que afectan todo su posterior desarrollo emocional e intelectual. Ya en el año 1975, el doctor Raymond Moore ha coleccionado los resultados de más de cien investigaciones científicas hechas en diferentes países del mundo, acerca de los efectos de la escolarización temprana. Todos estos estudios confirmaron unánimemente que los niños que entran en la escuela más tarde (a partir de los ocho años), se desarrollan mejor. Los niños que habían sido educados en el hogar por un tiempo prolongado, por lo general mostraban mejores habilidades intelectuales, un mayor equilibrio emocional, y más cualidades de liderazgo.
La única excepción eran los niños que venían de hogares muy problemáticos. Pero aun en este caso no debemos equivocarnos: Así como el abuso y maltrato sucede en las familias, ¡sucede también en instituciones estatales!
A menudo la escolarización temprana se justifica con la situación económica: "las madres tienen que trabajar". Pero nadie pregunta cuánto le cuesta al Estado la implementación de tantos jardines y "wawa wasis" (casa-cunas) para preescolares, y más adelante la recuperación de tantas familias disfuncionales y niños dañados en su desarrollo. En realidad, la educación en casa es más económica para la sociedad. El doctor Moore menciona varios proyectos piloto donde se demostró que los educadores profesionales podían aconsejar a los padres acerca de la educación de sus hijos, en vez de juntarlos en un jardín de niños. No solo los niños se desarrollaron mejor, sino también el costo era menos.
Estos datos están disponibles por lo menos desde el año 1975, cuando apareció la versión original (inglesa) del libro del doctor Moore. Pero los ministerios de educación en los diversos países ignoran estos datos, y siguen moviéndose en la dirección opuesta. ¿Es esto solo ignorancia, o es tal vez un plan concebido para dar al gobierno el control total sobre las mentes de la próxima generación?
Por otro lado, los niños pueden aprender un montón de cosas de sus padres, de una manera informal y natural. Aprenden a vestirse, a barrer, a lavar su ropa, a cocinar, a arreglar cosas en la casa, etc, mientras hacen estas cosas juntos con sus padres. El niño tiene una curiosidad natural que lo incita a explorar su medio ambiente, experimentar con lo que encuentra, y hacer muchas preguntas. Lo único que necesitan hacer los padres es responder a esta curiosidad, proveer al niño oportunidades para experimentar, y tomar en serio sus preguntas. (¡Estamos otra vez hablando del asunto de la comunicación!)
(La obra de los Moore, "Mejor tarde que temprano", contiene muchas sugerencias para actividades que estimulan el aprendizaje y que los padres pueden realizar de manera muy sencilla con sus hijos.)
Todo esto funcionará solamente si hay a la vez un cambio en la actitud de los padres. Los padres tienen que darse cuenta que ellos son los responsables de educar a sus hijos, no solo de delegar la educación a otras personas y después exigir "resultados" de ellos. No es lógico, como padre, exigir de manera posesiva que mis hijos sigan el camino que yo les estoy trazando, y a la vez de manera negligente dejar toda su educación en manos de otras personas