Antelmo siempre ha odiado el coche con toda la fuerza de sus pulmones.
Reconozco ser de las madres que a veces lo llevan en brazos tomando teta en vez de en la silla porque literalmente vomita y se ahoga y a veces me parecía eso más peligroso que una posibilidad de accidente.
Eso, claro hasta que chocamos. Por suerte iban los niños en su silla y no pasó mucho. El del coche de enfrente que iban siete sin cinturón, entre ellos dos niños como los míos a uno se le rompió la nariz y a la abuelita se le bajó el azúcar....
Bueno, a lo que voy.
Esto pasó en julio y desde entonces habíamos reducido a su mínima expresi
on las salidas en coche por los berrinches de Antelmo.
Hasta que se me ocurrió lo más elemental y obvio
hablar con el.
Cuando salimos de casa no hay problema, le encanta el coche, el problema siempre es que cuando paramos ya no quiere volverse a subir.
Pues opté por esperar tranquilamente hasta que se sienta en su silla (claro ya va a cumplir dos años), a veces espero diez minutos y a veces cinco pero parece que va funcionando y ya regresamos en el coche.
Claro que ahora llego tarde a todas partes