Aún así lo compré y se lo intenté dar, pero fue imposible, lo vomitó al primer contacto (es que me dio uno distinto al de otras veces y sabía peor. Otra cosa que no entiendo, puesto que miré en internet y es lo mismo pero de otra marca). Insistí pero nada más tocar la jeringuilla, vómito otra vez, y mientras limpiaba dos arcadas más con sendos vómitos. Decidí no dárselo, y en caso de que empeorara o no mejorara traerlo a su pediatra de aquí (que no receta antibiótico sin hacer el frotis de garganta). El caso es que tuvo fiebre a última hora de la tarde, le puse un supositorio (ya no quise torturarlo más con medicamentos por la boca) y se acabó la fiebre, no tuvo en toda la noche ni hasta hoy. Vamos, que está claro que era un virus.
Encima como me puse de mal humor por lo del antibiótico (ya no me gusta nada dárselo, y encima que lo pase mal el chiquillo sin que sea necesario...) el pobre niño me miraba todo el rato a la cara, como mirando si estaba enfadada con él. Pobrecito. Le di un buen achuchón y le expliqué que no estaba enfadada con él que él no tenía la culpa... Mi niño, tan sensible él.
En fin, también le comenté el tema del habla (ya que este pediatra es además neurólogo) pero eso os lo contaré en la sección de Primera infancia, que va mejor.
Perdonad por el rollo, como siempre, me desahogo con vosotras.