Un niño tiene fiebre cuando su temperatura rectal es igual o superior a 38ºC, o su temperatura bucal o axilar es de 37ºC o superior. Los estados febriles, al igual que otras patologías, aumentan el gasto de energía del cuerpo y por tanto la energía que necesita ingerir el niño es superior al de un estado normal. Sin embargo, en estos casos, el apetito del niño suele estar disminuido al igual que la actividad física, que suele ser prácticamente nula. Es más, durante el tiempo que dura la fiebre el niño suele estar recostado y esto compensa en parte las necesidades de calorías, pero hay que tener en cuenta que los niños superan muy fácilmente pequeños episodios febriles y no son conscientes del gasto que han acumulado, por eso hay que estar atento para contrarrestar sus efectos.
¿Qué alimentos se pueden ofrecer al niño?
Más que en alimentos sólidos, se ha de pensar en ofrecer líquidos para asegurar la hidratación. Debido al exceso de sudoración que se produce, la pérdida de líquidos es importante, por lo que se ha de compensar con una abudante cantidad, aunque se piense exagerada.
Si el niño enfermo no come y bebe pocos líquidos, corre el riesgo de deshidratarse. Esta situación se puede agravar tanto más, cuantos más días dure la fiebre. Por esta razón, es necesario que el niño vaya tomando a lo largo del día alimentos que le ayuden a hidratar su organismo. Zumos, leche con cacao, batidos, yogur líquido, petit suisse, flanes o natillas, o simplemente agua, incluso refrescos, si es necesario. Todos estos alimentos han de estar a su alcance en cualquier momento.
Para las comidas y cenas se aconsejan caldos, sopas y purés, tortillas, o recetas de textura blanda como croquetas. Hay que tener en cuenta que el niño no padezca otro tipo de complicaciones como diarreas, náuseas o vómitos, porque entonces se tendrá que adaptar la dieta al cuadro clínico. Pero los episodios de fiebres responden en ocasiones al cansancio o al crecimiento, con lo que la dieta no debe verse alterada, pero sí la hidratación.
Aunque siempre se aconseja si el niño es mal comedor, con mayor motivo en estos casos: hay que tratar de ofrecerle los alimentos que sean de su agrado, ya que si el apetito está disminuido será difícil que consuma alimentos que no le resultan sabrosos.
Servir los líquidos con una pajita coloreada, incluir en los caldos pasta con diferentes formas -de estrellitas o de letras, por ejemplo-, o presentar la comida con formas y colores originales servirá para aumentar el atractivo de los platos y estimular el apetito del niño.