El lado oscuro de la luna
La llegada de un bebé moviliza emociones, y no son todas color de rosa. ¿Qué es la depresión posparto y cómo se supera?
Era jueves. Celeste acarició su panza de casi nueve meses y sintió ganas de quedarse en casa. Volvió disfrutar de la música que durante ese tiempo había acunado al bebé en su vientre. Fue casi un presentimiento. De madrugada, se despertó con contracciones. Horas después, nació su hijo.
Ya en la clínica, las cosas tomaron un giro inesperado: nada de lo que le ocurría se parecía a lo que indicaban los manuales de embarazo y crianza. El llanto del bebé le producía una angustia inconmensurable y se desesperaba si no podía calmarlo. Sentía una tristeza del tamaño de la felicidad que debería estar viviendo.
Más tarde, en su casa, sin la seguridad de una enfermera al alcance de un timbre, con exceso de cansancio y el esfuerzo por descifrar cada mensaje del bebé, sobrevino el desgano, la falta de hambre y el desinterés por arreglarse. Su vida ya no le pertenecía, y apenas se reconocía en el espejo.
Según estadísticas internacionales, una de cada diez puérperas atraviesan sentimientos parecidos a los de Celeste. Cuando estos estados de angustia, llanto e irritabilidad son leves y pasajeros, se habla de tristeza puerperal, y no requieren más tratamiento que acompañamiento y paciencia. Pero en algunos casos –cinco de cada diez– los sentimientos oscuros persisten o se agravan. En ese caso se habla de depresión puerperal y el tratamiento puede incluir psicoterapia y medicación antidepresiva. En los casos más extremos (uno en cada 2.000) la enfermedad se agrava y deriva en una psicosis puerperal, que en los peores escenarios puede poner en riesgo la vida de madre o hijo. Pero volvamos a la tristeza, la tan frecuente y tan inesperada.
"Adaptarse a la nueva situación, que además es inédita con cada hijo, es una exigencia tal que puede llevar a la depresión. El trato que recibe la mujer en el parto influye mucho en el estado de ánimo posterior. En algunos casos, las experiencias son traumáticas, con muchas horas de trabajo de parto, cesáreas de urgencia o episiotomías", explica la psicóloga Silvia Di Biasi, directora del departamento de Psicología Perinatal de la Asociación de Psicólogos de Buenos Aires (APBA). Mirta Videla, psicóloga y codirectora de la institución, agrega: "Es un momento que requiere mucho acompañamiento. El apoyo familiar con el que cuente la mujer puede determinan su reacción".
¿DEPRIMIRME, YO?
Celeste C. tiene 27 años y hace unos meses que es psicóloga. Pide resguardar su apellido porque no quiere involucrar a su familia. Por su formación, sabía bien que muchas mujeres no estaban eufóricas después del parto. "Pero no pensaba que me iba a pasar a mí", cuenta, y transmite algo de aquellas emociones. "Lloraba todo el tiempo, me sacaba un piyama y me ponía otro. Tenía mucho miedo de que le pasara algo al bebé. Me superaba la situación."
El ritmo vertiginoso de su vida anterior se dio de bruces contra la quietud y el encierro de su nueva situación. "No pude ver que estaba haciendo algo importantísimo que era criar a mi hijo." Laura Gutman, autora de La Maternidad y el encuentro con la propia sombra, considera al puerperio un período de "fusión emocional" entre la madre y el bebé que no dura 40 días, sino unos dos años. "Creo que no estamos valorando la riqueza de este tiempo. Que esta etapa no sea reconocida socialmente nos lleva a las mujeres a querer huir de ese lugar, creyendo que 'somos' alguien en la medida que trabajamos, ganamos dinero o recibimos el reconocimiento del afuera", afirma.
Del caos inicial, Celeste fue organizando una rutina con el bebé. Buscó ayuda terapéutica y contó con el apoyo de su marido. De a poco, pudo reconquistar otros espacios: volvió a ser esposa, hija, amiga. Pasados cuatro meses, también volvió a disfrutar.
EL EMBARAZO PERFECTO
A Marcela –que pidió el anonimato por lo traumático de su relato –, las cuentas de la vida le cerraban perfecto. Dos días después de dar el último final de psicopedagogía, supo que estaba embarazada. Decidió empezar a ejercer su profesión poco después de tener a su hija. Pero nada salió como lo había planeado. Se acercaba la fecha en que su marido volvía a trabajar y le daba miedo quedarse sola. "Me sentía encerrada, ahogada,creía que mi vida iba a ser siempre teta y pañales". Cuando la beba tenía dos meses, falleció su papá, y su angustia hizo pico: "Pasaba el día en la casa de mi mamá acostada, no me quería levantar y dejé de comer", relata Marcela.
La indicación médica fue un tratamiento psiquiátrico con medicación y suspensión de la lactancia. "Sentía mucha culpa –recuerda –. Veía a mi marido que era papá, se ocupaba de la casa, trabajaba y eso me deprimía todavía más." Como su condición no mejoraba, se planteó una internación. Llegó a la clínica con el patito de la beba y sus fotos a cuestas. Fueron los 15 días más largos de su vida. A la distancia, Marcela reflexiona: "Es tan importante saber que esto te puede pasar, pero
nadie te lo cuenta".
NOMBRAR LO INNOMBRABLE
"La depresión posparto existe más allá de que se la nombre o no. Y nombrarla ayuda a que sea más fácil de sobrellevar", sostiene Adriana Penerini, psicóloga, especialista en prevención y tratamiento de la depresión posparto, directora de www.bebeabordo. com.ar. "Se habla siempre del lado lindo y perfumado de la maternidad. Pero también existen las ojeras, los pechos agrietados, los sentimientos amorosos y no amorosos. ¿Por qué negarlos?", pregunta.
Para peores, los consejos del entorno suelen recorrer lugares comunes del estilo de "Ponete feliz, tenés un hijo sano" o "no tenés motivo para estar deprimida". Esa incomprensión disuade a las mujeres de pedir ayuda. "Si una mujer siente que la mayor parte del tiempo no logra disfrutar del nacimiento, es necesario hacer una consulta", precisa el doctor Mario Sebastiani, obstetra del Hospital Italiano y presidente de la Asociación Argentina de Ginecología y Obstetricia Psicosomática.
EL EMBARAZO PERFECTO
Ileana Rinaldi describe a su embarazo como "perfecto". Tanto es así, que en pleno trabajo de parto, tuvo tiempo para desayunar en un bar y ver la final de Argentina en el Mundial Juvenil de Qatar. Pero la perfección se terminó con el nacimiento. "Me angustiaba mucho pensar que nunca más iba a estar sola, que siempre sería responsable por otra persona. Y no sabía si era la persona más idónea para semejante dependencia." De a poco fue comprobando que podía, gracias al apoyo familiar y de una pediatra contenedora. Hoy Vicky tiene 9 años y un hermano, Juan, de 6. "Si esto me hubiera vuelto a pasar con Juan, hubiera tenido más herramientas para afrontarlo", dice Ileana.
Sebastiani sostiene que los cursos de preparto debieran preparar a las mujeres no sólo para el nacimiento sino para la maternidad. "Y anticiparles que pueden sentirse por momentos desdichadas, agobiadas, agotadas y solas."
Todo esto le pasó a Isabel Díaz, que con sólo 20 años se animó a llevar adelante un embarazo sola. "En el parto sufrí muchísimo y cuando la tuve a Flor al lado mío, sentí un gran rechazo". De vuelta en casa, lloraba y se evadía durmiendo; no pudo darle pecho. No sabía qué hacer, sentía ganas de irme, desaparecer. Son sentimientos que vos no conocés, que te aparecen de repente", se entristece cuando cuenta. Poco a poco, Flor fue derritiendo sus temores. "Empecé a hablarle, a mirarla", recuerda, y se emociona. Con el tiempo, pudo hablar con Flor –que hoy tiene 14 años- y explicarle lo que había sufrido.
No está claro por qué estos sentimientos les aparecen a algunas mujeres y a otras no. "Hay mamás que tienen una mayor predisposición emocional a la melancolía, a transitar con más dificultad los cambios, y el posparto trae cambios dramáticos", dice Penerini.
Lo que sí está claro es que el camino de vuelta está hecho de sostén afectivo, de maridos y familiares que ayudan con las tareas domésticas, de buscar apoyo en grupos de crianza u en otras madres, y de evitar la soledad a toda costa. Y que lo que espera al final del camino bien vale la batalla.