En fin, que todo llega.
Lo que no quita para que hayamos tenido una semana algo peor, entre ataque de mamitis galopante y mocos, qué se le va a hacer. Pero ya lo vives de otra manera.
El lunes pasado estaba muy nerviosa. Bromeamos sobre si le habrían puesto café en el vaso de leche de la merienda de la guarde. En contra de su costumbre, no se quedó dormida con la teta, se quedó despierta y espabilada. El papá se había acostado pronto con síntomas de gripe, y era ya tarde, así que me la llevé a la cocina y la senté en la trona mientras intentaba tomar un bocado. Cené, un poco enfadada por la situación pero sin ira, tranquila, a la luz del extractor. Margarita seguía desvelada y nerviosilla. En un momento dado me pidió algo y le respondí, con mucha paciencia, que no, porque debería estar en la cama durmiendo. Me dijo que no quería ir a la cama, le pregunté por qué.
Y de repente me puso cara de puchero, y con una lagrimita cayéndole por la mejilla me dijo: "no quiero dormir solita, quiero dormir con mamá".
Me dio un vuelco el corazón, claro. Pero yo aún no podía acostarme, tantas cosas por hacer... negociamos. Le propuse llevarla a la cama, con la promesa de que si se dormía enseguida, mamá volvería a la cocina, recogía la mesa, terminaba un par de cosillas y luego iría a acostarse a su lado en su camita toda la noche.
Estuvo de acuerdo -la verdad, ya tenía ojillos de sueño-, compartimos mi vaso de leche calentita, sin azúcar, de repente contentísima y emocionada por 'desayunar con mamá' como dijo ella, como si estuviéramos compartiendo algo especial. Luego le volví a dar teta en su cuarto, y a los dos chupetones ya se durmió.
Bastante más tarde, cumplí mi promesa. Casualidad o no, la encontré pegada a la pared, a un ladito de la cama, como esperándome. Pasamos la noche sin despertarnos, abrazaditas, enredadas. Me levanté con todo el cuerpo dolorido (claro, una cama de 90...), ella algo más tarde, con una sonrisa.
Anoche ya todo volvió a su rutina. Y durmió de un tirón, como una tronquita.
Qué poquito necesitan a veces, a veces sólo sentirse acompañados una noche. O a lo mejor simplemente comprobar que sí, que lo pueden tener si lo necesitan.
No recuerdo a quién, le conté la anécdota, y me salió con el 'a ver si se va a acostumbrar...' consabido.
Claro está, no había entendido nada.
Besitos a todas, y a todos los niños.