Hoy
que estoy sola me siento tranquilamente a
tomar un café y ojeo un periódico de hace
1 semana que todavía no había tenido ocasión
de leer. Paso las hojas y solo leo
desastres: niños que mueren en las guerras,
padres que maltratan y matan a sus pequeños,
bebés abandonados en contenedores, 40 niños
muertos en el bombardeo de un orfanato, jóvenes
muertos por SIDA en África ... todo escrito
con el máximo rigor, seriedad e
imparcialidad. Como quien habla del tiempo.
Me paso a internet. Navego por distintos
foros, con distintas filosofías. Leo a mamás
preocupadas pq sus niños no duermen,
desesperadas por el llanto; otras temen que
si no le brindan autonomía a sus bebés ya
de bien chiquitos, luego se malacostumbraran
y se convertirán en tiranos. Unas se
sienten culpables por haber aplicado
determinados métodos; otras cuentan
orgullosas como lograron que sus hijos
durmieran siguiendo una tabla de tiempos.
Temor a las rabietas, a las consecuencias de
determinadas actitudes "demasiado"
permisivas. Enfrentamientos, insultos, cada
cual defiende su postura y el amor que
siente por su hijo. Todas leemos muchos
libros de autoayuda, ahora están de moda,
lo queremos hacer "bien".
Cierro
los ojos e intento imaginarme un niño de la
guerra, o del orfanato. Esos que ya no
lloran porqué saben que no hay nadie ahí,
sufren la soledad y el miedo. Supongo que
por las noches, cuando todo está oscuro y
oyen las bombas como caen y los gritos del
dolor, continúan en silencio. Quizá no
entiendan nada, quizá ni tan siquiera
esperen que mañana sea un día mejor. Oigo
el tremendo silencio que debe invadir esas
habitaciones llenas de niños que ya no son
niños; dejaron de serlo hace ya tiempo,
cuando se quedaron huérfanos o sus padres
les dejaron abandonados pq no les querían o
pq no les podían ofrecer nada.
Pienso en esas mamás africanas
acostumbradas a que sus niños mueran de
SIDA. Lloro por esos niños que ven morir a
sus madres.
Abro los ojos y "despierto" de
esta pesadilla. Me acuerdo, cuando era pequeñita,
que tenía mucho miedo durante las
tormentas. Por suerte, llamaba a mis padres
y mi madre se acostaba a mi lado durante
toda la noche. Cuando veía las noticias y
hablaban de guerras o de incendios, tenía
miedo a que hubiera una guerra en nuestro país
o a que se quemase la casa. A menudo pensaba
en ello cuando estaba en la cama, sola.
Entonces salía corriendo hacia la habitación
de mi hermano, o de mis padres, y me
acostaba con ellos. Me acuerdo de que mi
abuela le decía a mi madre que me estaba
malcriando, que yo tenía que dormir en mi
cama y afrontar los miedos y ya está.
Pienso en Pau. No quiero que tenga nunca
miedo, pero sé que lo tendrá. No quiero
que en la oscuridad deje de llamarme pq
tiene sed, o pq le asustan los fantasmas, o
pq tema que nos caiga un relámpago encima.
Algunos me dirán que se lo inventa para
tenerme ahí, a su lado. Que me utiliza.
Otros me felicitarán por atenderle sea la
hora que sea. Unos me recomendaran que le
deje ahí, a oscuras y que le explique que
es imposible que el fuego de la montaña
llegue a nuestra casa. Otros me animaran a
abrazarlo y a consolarlo y a acompañarle
hasta que termine la tormenta.
Cuanta suerte tenemos por estar donde
estamos y que ciegos somos, que no vemos lo
que ocurre mas allá de nuestras fronteras.
No me imagino a esas mamás en guerra
dejando llorar a sus hijos para que duerman,
sino abrazadas a ellos consolando su pánico
y lamentándose por la muerte de las
personas queridas. Me duele pensar en ese niño
al cual sus padres le pegan y le insultan,
no le dan de comer o le descuidan, porque no
lo quieren. Ese niño que un día recibirá
una paliza que le llevará al hospital y
quizá más arriba, al cielo.
Por qué teniendo el privilegio de poder
evitar el sufrimiento en nuestros hijos, nos
empeñamos en enseñarle los palos que da la
vida ya de pequeñito?. ¿Acaso no sufrirá
cuando sea mayor? ¿Porqué les tenemos que
preparar a ser independientes y a distraerse
solos cuando apenas tienen meses de vida?
Concluyo
que somos unos privilegiados por estar donde
estamos, por tener lo que tenemos. Nos ha
tocado una buena vida. Quiero agradecer a mi
hijo la oportunidad que me ha brindado para
ver la vida con otros ojos, para dejar de
ser tan egoísta y valorar la suerte que
tengo de poder disfrutar de la felicidad a
su lado. Quiero darle las gracias por
despertarme por las noches, por reclamar mi
presencia continuamente, por pedirme que le
duerma en brazos. Por ofrecerme la
satisfacción de calmar su llanto, de
abrazar su cuerpo en la oscuridad y besar su
cabecita. Sé que en la mayoría de sus
despertares no necesita mas que sentir mi
mano en su espalda, o que le susurre que le
quiero, o que le duerma en mi regazo. Habrá
días complicados, yo me pondré nerviosa,
quizá de malhumor pq estoy cansada. Pero él
sabe que yo estaré ahí, no se quedará con
los ojos abiertos, en la oscuridad, pensando
vete a saber en qué.
Soy incapaz de entender pq se tiene que
dejar llorar a un niño para que se duerma,
cuando lo único que aprende ese niño es
que ahí está solo, como los niños de los
orfanatos. No entiendo porque en una
sociedad tan avanzada necesitamos libros
para substituir el instinto. Necesitamos que
nos digan todo el rato como debemos hacer
las cosas para confiar en nosotr@s y saber
que lo estamos haciendo correctamente. Y
como lo escriben los expertos que saben
mucho, nos lo creemos y lo hacemos, siempre
pensando que es lo correcto y lo mejor. Nos
convencen que si entramos cada cierto
tiempo, nuestro hijo sabrá que estamos ahí
aunque tengamos los brazos cruzados y nos
neguemos a cogerlo. Ese Sr se olvidó de
citar el famoso estudio donde se demostraba
que no existía ninguna diferencia entre
entrar o no en la habitación mientras el
bebé lloraba para dormirse. Se debió
olvidar. Eso que es médico y sabe mucho.
Amigas y amigos míos, doy gracias por poder
compartir con vosotros el día a día.
Vuestra experiencia y vuestros consejos me
han ayudado a confiar y sobretodo a
escuchar. A escuchar a mi hijo.
Pero, sobretodo, nunca os olvidéis de
escuchar a vuestro corazón. Ahí están
todas las respuestas.
No tengáis miedo al qué dirán, a las
amenazas que se han puesto últimamente de
moda para vender libros. Si os escucháis y
escucháis a vuestro bebé, raramente os
equivocareis. Y si lo hacéis, pq es humano,
por lo menos no tendréis de qué
arrepentiros.
Un beso a tod@s.
Esther
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