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por Juanma
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Francesco Tonucci
1.1 Ciudad, Infancia y Diversidad Cultural
1.2 Entrevista a Francesco Tonucci (niñólogo)



1.1 Ciudad, Infancia y Diversidad Cultural
No puedo empezar sin una aclaración: yo tengo un tema bastante concreto y voy a respetar el tema que me han propuesto, que me interesa mucho, claro. Yo estoy de acuerdo que Rivas es una ciudad especial, que yo no conocía, y me gustaría volver a Rivas para discutir con vosotros, porque no es fácil encontrar una ciudad que se va haciendo. Y no sería mal hacerla sin repetir todos los errores de las ciudades modernas, teniendo en cuenta las propuestas de los niños. Bueno, esto es para otro día.

El tema es Ciudad, Infancia y Diversidad Cultural, yo he puesto un subtítulo, que es un una frase que escribió un niño al alcalde de Roma: “Piensa que aburrimiento sería si todos fuéramos iguales”.

Voy a empezar con la ayuda de Frato que a veces me ayuda, cuando me encuentro en situaciones demasiado difíciles de explicar con palabras.

Luis es demasiado vivaracho, Ana es desordenada, Pedro es abúlico, José es un hiperdotado, Carlos es un caracterial, Luisa es demasiado tímida, Mercedes es una maleducada, sólo Juan es normal. Firmado: La maestra.

Yo pensaba parar aquí e irme; y dejaros discutir entre vosotros y vosotras sobre esta viñeta de Frato, que creo que podría ser suficiente para discutir el tema que me habéis dado.

Yo creo que el tema gira alrededor de un tema dramático para nosotros: la incapacidad de soportar la diversidad.

Hay siempre una diversidad que no se soporta. Podemos llegar hasta un punto y después encontramos algo que no podemos soportar.

Yo pasé por muchas de estas etapas en los casi cuarenta años que dediqué a la educación. Yo fui un alumno de una clase de varones; en mi Primaria los varones estaban separados de las mujeres.

Mi escuela tenía dos bloques, absolutamente no comunicantes, uno era masculino y el otro femenino; y cuando alguien hacía algo muy malo, el castigo más grave era que lo llevaran a las mujeres; y también era el premio más importante, que cuando tu eras muy valiente te llevaban a las mujeres para mostrar como eras.

Esto se pasó; hoy es normal encontrar que las clases están mezcladas por el género.

Y después empezó todo el tema de si las clases eran para gente igualmente inteligente, los tontos debían estar al lado. En Italia se llamaban “clases diferenciales”, para los diferentes. Era muy explícita la escuela, no tenía vergüenzas; decía: como son diferentes, no pueden estar con los iguales. Y esto tampoco se conservó.

Después fue la vez de los discapacitados. Hasta este momento, claro, todos podían asistir a una clase, pero, claro, si eran ciegos o sordos o de otra discapacidad, esto no era soportable. Por su bien, de los diferentes, que iban a la escuela de ciegos, a la escuela de sordos y al terminar de los años 70 en Italia empieza esta revolución, que afirma que todos los niños, no importa con qué discapacidad, tienen derecho a asistir a la clase de todos.
Y después empieza la historia de las razas y después empieza la historia de las religiones. Es un continuo encontrar diversidades que en un momento se consideran imposibles.

No es el tema de hoy, pero es interesante notar cómo sigue existiendo una diversidad que la escuela no sabe tolerar, que no es una diversidad tan importante, es la diversidad de edad. Seguimos teniendo clases donde asisten varones y mujeres; y un varón y una mujer, cuando tienen doce o trece años, la mujer parece casi la madre del niño que tiene la misma edad, pero están juntos.

Los tontos o los inteligentes, que significa que la edad mental o las capacidades son totalmente distintas; o los minusválidos, hasta las formas más graves de minusvalía; y los recién llegados a un pueblo, que no hablan la misma lengua, por ejemplo; lo importante es que tengan todos seis u ocho años.

¿Qué significa? Nada, pero cuando yo voy proponiendo superar esta última barrera, que por nuestro tema de hoy es muy importante, porque si las clases estuvieran mezcladas también respecto a la edad, muchos problemas de los que siguen siendo problemas gordos para aceptar la diversidad podrían ser superados. Pero esto es insoportable. Lo importante es que tengan ocho años, y ¿Por qué? No se, porque tengo un programa para los niños de ocho años.

Y si se supera esta garantía ¿Qué hago? Siempre este es el miedo, esto es el terror ¿Qué hacemos si no conservamos una igualdad? Porque el tema sigue siendo el mismo: la escuela sigue siendo una escuela para iguales, no obstante todos. Este creo que es el primer tema en el que tenemos que profundizar.

Cuando la escuela dejó de ser una escuela para pocos. Yo me acuerdo en mi infancia iban casi todos a la escuela, no todos, pero casi todos, pero una parte importante de los que empezaban la carrera escolar ya se sabía que la dejaban pronto. Esto estaba escrito.

Me acuerdo que había un colegio de huérfanos que venían a la escuela, se vestían distinto que nosotros, tenían el pelo rapado, llevaban zuecos y no zapatos y llevaban un mantel para que no se confundieran con los demás, y estos seguían en la Primaria por dos o tres años, repetían varias veces y después dejaban la escuela y esto todo el mundo lo sabía, era normal.

Pero en un momento, la escuela ha declarado ser la escuela de todos. El tema es que no ha cambiado en la profundidad de las propuestas y las propuestas han seguido siendo para pocos.

Yo creo que actualmente, a pesar de todas las reformas, y todo el debate, todo los trabajos que los maestros han hecho estos años, que una parte de los maestros ha hecho, la escuela sigue siendo la escuela para “nuestros hijos” y no para todos.

Es una escuela para quien en su casa tiene una ayuda, tiene una base; las bases culturales no es un tema de la escuela; la escuela sigue diciendo “lo siento, pero este niño no tiene bases”. No se si aquí se oye esta frase: no tiene bases.

Las bases ¿dónde podría buscarlas este niño? ¿En una familia donde no saben leer ni escribir, en una familia que llega de lejos, en una familia que no tiene recursos?

Es una escuela para “los inteligentes”.

“Lo siento señora, este niño no se aplica”. Claro, y ¿por qué no se aplica? ¿No será que no le interesa lo que estamos proponiéndole?

A mi me suena mucho como si en un hospital de niños un doctor se presenta a la madre y le dice: “Señora, lo siento, pero su hijo está enfermo, no se que hacer, a lo mejor si estuviera sano podríamos hacer algo, pero...”.

La escuela debería ser para “los tontos”; esta es la escuela que me interesa. Para ser para todos debe ser para el último, porque si es para el penúltimo ya pierde uno.

Claro, una escuela que pide quedarse sentado siete u ocho horas seguidas a un niño de siete u ocho años es una escuela rara. Es difícil que un niño pueda entenderlo; a lo mejor sólo nuestros niños, que ya los preparamos desde el principio a quedarse quietos durante mucho tiempo, no haciendo un buen papel de padres, pero sí ayudándolos a prepararse para a una escuela rara, pero ¿los demás?

Una escuela donde se dice lo más importante del mundo es escribir y leer cuando en su casa nadie lee ni escribe y, en su casa viven dos personas que siguen siendo para él las personas más importantes de su vida.

¿Cómo podemos justificarnos? Y ¿cómo podemos demostrar la importancia de esta propuesta, de la cual yo no dudo; yo estoy de acuerdo que leer y escribir es muy importante, pero es nuestro problema demostrarlo, que estos niños puedan entrar dentro de esta lógica que es totalmente distinta de la suya.

En esta escuela los distintos, los vivarachos, los desordenados, los abúlicos, los hiperdotados, los caracteriales, los tímidos, los maleducados - ¡que son los niños!- se encuentran mal.

Claro que, si esto es verdad, para nuestros hijos distintos, cuanto más vale para los que lleguen de lejos, con otras ideas, con otras culturas, con otras filosofías.

Me encantó una anécdota que me contaron de un niño gitano; en Italia los gitanos son nómadas, con lo cual llegan a la escuela en un momento del año cualquiera y este niño se presenta en una clase donde encontró una buena maestra y la buena maestra se presentó, presentó al niño gitano a los compañeros y presentó los compañeros al niño y, después le dice: “bueno, ahora puedes sentarte en tu plaza”; y el niño contesta: “pero yo no estoy cansado”.

Esto creo, de nuevo, es algo sobre lo cual se podría armar un claustro, un debate, un curso de reciclaje, todo lo que queráis ¿Por qué tienen que sentarse los niños si no están cansados? Y ¿para qué, si tenemos que justificar las propuestas que hacemos?

El tema es más gordo. No sólo es que la escuela no es de los niños o para los niños, es que la ciudad misma no lo es. Y este es el tema que voy desarrollando más en estos últimos años de trabajo profesional y a lo cual voy a dedicar una parte central de esta conferencia, volviendo después, para terminar, a la escuela, que es el tema creo que interesa más.

La ciudad no es de todos porque eligió, en tiempos recientes, ser una ciudad para pocos. En el momento de la reconstrucción urbana después de la última Guerra Mundial, entre los años cincuenta y ochenta, las ciudades del mundo occidental han tenido un cambio radical y poderoso, que no ha tenido nada similar en la historia de la Humanidad.

Las ciudades multiplicaron por dos, cuatro, siete, diez o más veces su tamaño, el número de habitantes; sin un proyecto, sólo por empujes comerciales, económicos y, a veces, delincuenciales, como muchos tribunales han tenido que reconocer.

Esto ha llevado a una ciudad que no es de todos, porque se ha pensado hacer a medida de un hombre: varón, adulto, trabajador. Este es el ciudadano que estaba en la cabeza, en los objetivos de los políticos, de los administradores de estas ciudades.

Un ciudadano fuerte, un ciudadano que pesa mucho en la evaluación del consenso y del voto electoral. No voy a discutir ni a explicar mucho sobre este tema, pero es suficiente notar la importancia que el coche privado tiene en la ciudad de hoy para decir cuanto es verdad que este ciudadano, varón, adulto, trabajador, ha sido el ciudadano privilegiado.

El coche es el juguete más deseado y más querido de este personaje que estoy describiendo; de nosotros, varones, adultos y trabajadores.

Esta ciudad, mirando satisfacer las necesidades de este ciudadano, se olvidó de todos los ciudadanos que no son adultos, que no son varones, que no son trabajadores.

Por ejemplo, en la ciudad podemos encontrar este cartel (...) ¿Qué significa este cartel? ¿Cómo lo llamamos, cuando vamos a obtener el permiso de conducir? Esto se llama “Peligro, niños”.

No significa: “¡Peligro niños!” en el sentido de que podéis encontrar coches, sino al contrario: “¡Cuidado conductores de coches, que podéis encontrar niños!” Es decir, el niño en la ciudad de hoy es un peligro.

Y si pensáis que mi interpretación es parcial y excesiva, esto lo encontré en un pequeño pueblo de Italia y puede confirmar la tesis “Relajar, peligro, niños”. Y es un pequeño pueblo que tendrá ochenta o doscientas personas, que viven allí con pocos niños (...).

Es una ciudad que no es para las mujeres. Esto las mujeres lo han dicho muchas veces. Me decía una señora divertida que se nota que la ciudad no la ha proyectado una mujer, por el hecho de que hay muchas rejas en el suelo donde se meten los tacones de los zapatos femeninos. Y esto una mujer nunca lo habría hecho.

Es verdad, hay muchos aspectos que no tienen en cuenta a la gente, a los demás. Es una ciudad que no respeta a los minusválidos, que no respeta a los ancianos.

Me decía un amigo en Roma que una tía suya, anciana, desde hace meses no sale de casa porque el semáforo verde no tiene un tiempo suficiente para que pueda cruzar la calle.

¡Qué pena, qué vergüenza! Una ciudad que no permite a sus ciudadanos cruzar la calle. Y no es sólo esta pobre señora; casi todos los niños no pueden salir de casa porque sus padres consideran que no pueden cruzar la calle.

Esto es una ciudad que ha dejado de ser una ciudad para todos.

Bueno, en todo esto los niños pueden contar, pueden ayudarnos; porque los niños viven el tema de la diversidad en otro sentido. Podemos decir que los niños son menos diferentes que nosotros; son más iguales.

Esto no lo digo con una actitud casi poética, de respeto a la importancia de la Infancia, sino con datos de investigación.

En una de las primeras investigaciones que he hecho con amigos más ancianos (...) hemos hecho una investigación sobre los niños de tres años y los niños antes de entrar en el Preescolar, entre grupos sociales distintos, de bajo nivel social y alto nivel social, las diferencias eran muy bajas: diferencias de lenguas, diferencias de capacidades, diferencias lógicas, las diferencias que se medían en esa temporada con los test.

Eran niños prácticamente iguales, no tenían diferencias significativas entre los dos grupos, de alto nivel y de bajo nivel social. Las diferencias empezaban y crecían con la escuela. Es decir, la escuela conseguía unos resultados exactamente contrarios de los que la sociedad pide a la escuela.

El artículo 3 de la Constitución italiana dice que todos los ciudadanos son iguales y la República hace todo lo que puede para realizar esta igualdad. No es sólo una afirmación teórica, sino es un compromiso. Es decir, la sociedad va a hacer todo lo que puede, va a utilizar todos los recursos que tiene para que esta igualdad se realice.

Y claro, cuando vamos a pensar los recursos que una sociedad civil y moderna puede utilizar para conseguir la igualdad entre los ciudadanos, primero nos llega a la cabeza es la escuela. No tenemos remedio.

Al contrario, la escuela produce una “separación de las tijeras”, las diferencias se exaltan, no se reducen.

Es que los niños no tienen miedo de la diversidad, son curiosos y aprovechan. Es interesante como la infancia se comporta como los niveles más altos y más listos del nivel adulto.

Vosotros sabéis qué es el “brainstorming”, es una “tempestad de cerebros”, que es lo que significa. Es una metodología de trabajo que se usa a los niveles más sofisticados del trabajo adulto. Lo usan, por ejemplo, en el mundo de la publicidad que es un mundo que invierte las cantidades de dinero más altas e involucran las competencias más sofisticadas de nuestra sociedad, lamentablemente, porque claro, las usan para engañarnos, porque la publicidad esto hace como papel, engañar a la gente para que pueda comprar más.

Pero para hacer esto invierten muchísimo dinero, y es dinero privado, no dinero público, con lo cual es dinero que cuando se va a gastar se gasta porque vale la pena, porque renta.

Y ¿qué hacen? Llaman a las personas más distintas que encuentran: Un matemático, con un artista figurativo, con un músico, con un lógico..., personas con las que no se encontrarían en su vida, y les ponen entorno a una mesa, les dan mucho dinero y ¿para qué? para que jueguen, para que pasen tiempo juntos, para que digan lo que quieran. Y de esta tempestad de cerebros salen las ideas novedosas de la ciencia, del arte...

Bueno, esto los niños lo saben hacer, saben aprovechar la diversidad. Por esto el niño romano, escribiendo a su alcalde, dice: “piensa qué aburrimiento sería si todos fuéramos iguales”.

Y aquí viene la propuesta política que creo que hoy podemos reconocerla como una gran propuesta educativa de la Ciudad de los Niños. La idea que estoy llevando a los alcaldes, a los administradores de la ciudad es cambiar el parámetro y sustituir al ciudadano varón, adulto y trabajador por el niño.

¿Por qué esto? No para hacer una ciudad montesoriana, toda pequeñita, para los niños, adecuada...; no para hacer más jardines para los niños, al contrario, la propuesta es no hacer más jardines para niños. No es para contentar a los niños o para que los niños sean más felices, no es por esto, sino es para tener en cuenta las necesidades de todos.

El niño es capaz de representar las necesidades de todos ¿por qué? La idea que yo tengo es que en el abanico de las diversidades los extremos no son el hombre y la mujer, como hemos discutido muchos años antes, o el adulto viejo, o el cristiano occidental blanco y el musulmán, yo creo que los extremos del abanico de las diversidades es el hombre adulto, varón, trabajador y poderoso y el niño.

Es decir, que el niño es el más distinto de nosotros, el más alejado de nosotros, “el otro”. Dialogar con él significa dialogar con todos. El alcalde que se acostumbra a dar la palabra a los niños y a escucharles está haciendo una gimnasia importante para ser el alcalde de todos sus ciudadanos, no importa de donde lleguen, ni importa como son.

El niño pide una ciudad, por ejemplo, convivida, una ciudad abierta; el niño no es capaz de excluir; el niño no piensa de espacios para él solo; él sabe que necesita a los adultos y pide que los adultos existan, estén presentes, pero no para cuidarlos, no para controlarlos, para que hagan lo suyo, porque lo suyo de los adultos es un elemento fundamental del crecimiento de los niños, los niños crecen mirándonos, espiándonos, mirándonos a escondidas cuando nosotros pensamos que no están presentes.

Nosotros, adultos, fuimos capaces de pensar ciudades sin los niños; de hecho hemos puesto a los niños en espacios separados y especializados, empezando por (...) la habitación de los niños, el parque de juego de los niños, hasta la ludoteca, siempre en otros lugares, de manera que nosotros podemos seguir viviendo la ciudad para nuestra comodidad, como queremos, prepotentemente, así es como hacemos, sin que nadie pueda decir nada, porque “el otro” está en otro sitio y, claro, lo mismo hemos hecho para los viejos, para los minusválidos.

Si nosotros vamos recorriendo una ciudad, cualquier ciudad occidental es difícil encontrar niños, encontrar ancianos, encontrar minusválidos. Esta no es una ciudad de todos, es una ciudad de pocos. El niño pide “condividir” el espacio; esto es el tema, esto es el corazón del problema.

Voy a dar dos o tres ejemplos antes de volver a la escuela.

En la experiencia de Roma -desde el 2001, la ciudad entró en el proyecto la Ciudad de los Niños; si queréis conocer mejor el proyecto, que no voy a tratar aquí, podéis consultar la web www.lacittadebambini.org – (...) el alcalde me pidió ayudarle a desarrollar el proyecto y armar un consejo de niños, que no es la imitación del Consejo Municipal de los Niños (...) sino un grupo de niños que da consejos al alcalde.

Cuando el alcalde nombró al consejo, dijo “yo quiero este consejo porque necesito vuestra ayuda, vuestros consejos, porque nosotros los adultos frecuentemente nos olvidamos de qué significa ser niño; desde hoy empezamos a trabajar juntos para cambiar esta ciudad”.

Este fue el compromiso. El objetivo no es que los niños estén más contentos o más satisfechos, sino cambiar la ciudad y cambiarla para todos, claro, primero para los niños que van vivir en esta “nueva” ciudad, en la que van a vivir más que nosotros.

Un tema que trataron mucho en el consejo de niños es el juego, claro, y lo discutieron con nosotros. Los temas que sacaron más fuerte eran que no tenían espacio para jugar, no tenían tiempo para jugar. El juego es un derecho reconocido por la Convención de los Derechos del Niño, pero no corresponde; por ejemplo, respecto al otro derecho que es el artículo 28 que es el derecho a la formación, el derecho a la instrucción, los niños dicen no son iguales, son dos derechos de la misma Convención que deberían tener el mismo nivel, el mismo respeto, la misma dignidad y los niños dicen que absolutamente no es así.

Frecuentemente nosotros no podemos jugar porque no tenemos tiempo, porque tenemos que hacer los deberes, además de todas las horas de escuela y nunca sucede al contrario, que no vayamos a la escuela porque no hayamos tenido suficiente tiempo para jugar para recuperar el tiempo de juego.

Claro parece un chiste, parece divertido, pero si vamos a pensarlo en serio y si pensamos en lo importante que es el juego en el desarrollo de un hombre y de una mujer tendremos que pensar que lo están diciendo muy en serio. Y tendremos que cambiar el juego de derecho a deber, y un niño tendría que jugar bastantes horas todos los días para garantizar un desarrollo adecuado.

Pero cuando los niños lo dicen nosotros nos reímos de él. El niño dice: bueno, pido a la escuela que no me manden deberes, por lo menos el sábado y el domingo y en las vacaciones. Esto ha armado un debate en Roma increíble, con una escuela que se ofende (...).

En la Convención de los Derechos del Niños, que es una ley del Estado aunque sea una Convención internacional de alto nivel, es una ley española, una ley italiana, que nos obliga, que nos vincula, el artículo 12 dice que los niños tienen derecho a expresar su opinión sobre todos las decisiones que les afectan. Y los deberes ¿no afectan a los niños? ¿Los niños no tienen derecho a expresar su opinión sobre los deberes?

Claro que sí. Y la escuela se ofende ¡qué raro!

Otro tema: No tienen espacio. Descubren que en el Reglamento de Policía Urbana de Roma hay un artículo 6 que dice que en los espacios públicos está prohibido jugar. Escriben al alcalde y le dicen “mira –son niños de 4º y 5º de Primaria, de ocho a diez años- , que el Reglamento de Policía Urbana está equivocado, porque tiene un artículo 6 que está en contra del artículo 31 de la Convención de Derechos del Niño”..

El alcalde contesta diciendo “tenéis razón”. No se escapó, más o menos. “Tenemos que cambiarlo”. Pasó un año, porque los adultos lo dicen con mucha facilidad. Los niños tienen razón; si votamos sobre los niños en un Consejo Municipal se vota siempre por unanimidad y después no se cumple (...).

Y allí igual, el alcalde contesta y les dice que tienen razón, pero luego empiezan a trabajar y dicen “pero los niños molestan”. Claro, claro, si no, no serían niños. Pero disturbian, hay viejos, ancianos que se quejan; ¡claro, de siempre, desde el principio del mundo los ancianos se quejaron de los niños! “Pueden romper algo” Sí, claro, pueden romper algo, pero entonces ¿qué hacemos?

Han tenido que ir hacia delante y creo que ahora el ayuntamiento de Roma es el único de las grandes ciudades italianas que tiene en su Reglamento de Policía Municipal un artículo 6 que dice que en respeto de la Convención de los Derechos del Niño el ayuntamiento de Roma favorece el juego de los niños en los espacios públicos.

Claro, ahora tendríamos que ir a ver qué significa eso, pero ya conseguimos algo. Pero los niños lo que han pedido no es tanto el tema de jugar, sino que los espacios públicos fueran públicos, es decir, que fueran para todos, niños incluidos.

El otro tema enorme que siempre se trata en la ciudad es el tema de la seguridad. Los políticos hablan de esto muchísimo y las respuestas políticas casi siempre son aumentar la defensa.

Y claro, los niños también lo dicen, porque lo oyen, a pesar de que saben que esto no es la solución. Más policía produce más miedo, más cámaras por la calle producen más miedo y con más policía en la calle los padres dan menos libertad a sus hijos. Piden más policía, pero no es lo que esperan.

En un debate con los niños de Rosario, en Argentina, donde los peligros que los niños corren son verdaderos, no son casi simbólicos como en nuestras tierras, donde sí hay los coches, sí hay peligros verdaderos, pero no están en las calles, están dentro de las casas y ya lo sabemos.

Pero allá no, allá los niños son atracados todos los días para robarles las zapatillas, la cartera; o secuestrados por los secuestros express, viven con mucho miedo. A pesar de todo esto los niños rechazan ir acompañados de sus padres. Un niño de Rosario me dice “los padres tienen que ayudarnos, pero de lejos”.

¡Qué maravilla, qué maravilla! ¿Qué significa? Nos piden que seamos ciudadanos, más que padres, padres de todos, no padres individuales. Una niña dice “sí, si me llevan siempre de la mano un día tendrán que dejarme y ese día yo tendré miedo”. Es otra frase tremenda, dramática, significa que no estamos ayudando a nuestros hijos a llegar a ser grandes, a tener instrumentos propios para vivir en el mundo. Y un último niño, con una frase que ha llegado a ser muy importante para la gente de Rosario y que yo reflejé en el último libro que escribí, dice: “la solución es fácil, es suficiente dos padres tomando mate en cada cuadra” ¡Qué maravilla!

Esto es lo que piensan los niños y por esto vale la pena que los niños nos ayuden.

Y termino volviendo al tema de la escuela.

Nosotros estamos hablando, discutiendo y trabajando mucho en estos años sobre la Ciudad de los Niños; yo creo que sería tiempo de pensar en la Escuela de los Niños. Una escuela donde el artículo 12 debería ser imperante, absolutamente vigente: los niños tienen derecho a expresar su opinión en todas las decisiones que les afectan y su opinión tiene que ser tenida en cuenta. Esto dice el artículo 12.

Significa que una escuela debería estar acostumbrada a escuchar a los niños, a consultar a los niños. Esto significa dar un poco la vuelta a la tradición que tenemos. No deberíamos ser nosotros los adultos los que construyéramos la escuela, sino que deberían ser los niños con nosotros.

No estoy hablando de dejar a los niños la escuela, estoy diciendo que no podemos tirar a los niños fuera de la escuela. Y si la escuela llega a ser una escuela de los niños significa muchas cosas (...) entre ellas, sacar los elementos de su vida y sobre esto se hace escuela (...).

La escuela siempre debería partir de la vida de los niños y no de lo que está escrito en el programa del maestro. Esto dicen los programas italianos, por ejemplo. No es más una expresión o una propuesta de pedagogos abiertos o pedagogos progresistas.

Los mismos programas ministeriales italianos, y me imagino que aquí será más o menos igual, dicen que la escuela debería siempre partir de lo que los niños saben. Bueno ¿Esto no es ya la solución del tema multicultural?

El material de trabajo en una clase es la suma de lo que los niños saben, la suma de su mundo, de sus ideas, de sus opiniones y, claro, allí nace el tema de cómo se trabaja sobre ideas distintas y allí nace todo el tema del grupo, del trabajo grupal (...) y hay algunos elementos importantísimos a nivel metodológico, por ejemplo, la importancia del error dentro de la acción educativa.

Porque el error es lo más personal que los niños pueden producir. Lo correcto se aprende, el error se crea; por lo tanto nosotros tendremos que tener una curiosidad y un interés sumo por los errores, porque a través de los errores los niños se manifiestan y casi siempre los errores esconden ideas profundas.

(...) No puedo olvidarme de un error que nos interesó muchísimo a nivel de investigación, cuando un grupo de niños en un juego de cartas que representaban cosas inanimadas, animales y plantas y el deber era separar en dos montones vivientes y no vivientes, muchos niños cometían errores como que el helicóptero era viviente porque vuela, que la radio era viviente porque habla pero algunos pusieron la silla y la piedra en el montón de los vivientes y todos los demás fuera; esto nos sorprendió, y ¿por qué? Dijeron: “estos son vivientes porque no pueden morir”

¿Error? Es una teoría, es una teoría muy en serio. Los niños pequeños no saben que no vivir es distinto de morir, porque como todos los conceptos negativos llegan bastante más tarde y tienen experiencia de muerte, animalitos, parientes..., ya han vivido el dolor los niños pequeños y dicen bueno, como estos no pueden romperse o no pueden morir, estarán vivos por excelencia, casi con una lógica de filosofía presocrática. Niños pequeños que llegan a esta fuerza cognitiva.

Y el otro aspecto que creo que vale la pena poner como propuesta, que sale del mundo de los niños, es lo que Don Milani llamaba “texto colectivo” (...).

Don Milani con “La carta de una maestra” propuso una experiencia muy fuerte de texto colectivo. Una manera de escribir que supera todo el aspecto meritocrático, personalístico del que la escuela ha sido promotora.

¿Qué significa? Que cada uno escribe una frase y las frases se suman y van componiendo un texto que no es de nadie y es de todos. Yo creo que esto es interesante a nivel metodológico y también es interesante a nivel simbólico.

Esto es una manera de pensar una escuela que sea para todos, que sea de todos y supere las diferencias culturales de salida.

Y termino con un auspicio que se que puede llevar a algunas polémicas, pero no importa, toda mi vida no busqué polémicas, pero las producí.

Yo creo que los niños se encontrarán más iguales y podrán ayudarnos a crear una sociedad más igual si damos un paso atrás y tenemos el valor de dar menos educación y no más educación.

Yo creo que los niños para ayudarnos a crear ciudades democráticas y una educación democrática deberían vivir entre ellos, sin nosotros, más tiempo; porque cuando los niños están entre ellos hay muy pocos problemas, buscan solos las soluciones y pueden ofrecérnoslas, tanto en la gestión de la ciudad como en la vida y la metodología de la escuela.

Es que hoy estos niños no tienen esta oportunidad; siempre viven bajo el control de los adultos; ha desaparecido el tiempo libre, por esto, paradójicamente, yo creo que menos educación va a producir más justicia social, más colaboración entre ellos o propuestas que pueden llegar hasta nosotros pero que tienen necesidad de vivir y de surgir de una experiencia de autonomía más fuerte que la que los niños pueden vivir ahora. Los niños pueden ayudarnos, los niños pueden educarnos.

Y termino exactamente con esta experiencia romana:

Cuando los niños dijeron nosotros necesitamos salir de casa, pero la ciudad no lo permite, escribieron al Gobierno de la ciudad diciendo: “vosotros tenéis que pasar de una política de los coches a una política de los peatones, ya sabemos que es difícil, por esto os ayudaremos”; y empezaron un programa que se llama “Antes los peatones”, en el cual los niños se propusieron ayudar a los adultos.

Estudiaron la situación con esta ficha, marcaron cuantos coches y cuantas motos no respetaban la prioridad peatonal sobre las sendas peatonales (...). Los niños salieron aterrorizados porque casi nadie respetaba la prioridad peatonal, no sólo esto, es que los que no respetaban eran sus padres, sus maestros y los guardias municipales (...)

Siguieron haciendo una actividad de carteles (...) para manifestar su opinión a los adultos, utilizaron multas morales para los coches que aparcaban en lugares de los peatones “usted ha aparcado en un espacio reservado a los peatones, por donde yo paso”, firmado con el nombre y apellidos del niño, con su edad, porque los niños decían que si ven que está escrito un niño de ocho años sentirían vergüenza; bueno, no es siempre es verdad, pero a veces sí.

Y lo último que me parece más divertido es que los niños se comprometieron a obligar a sus padres a respetar la prioridad la prioridad peatonal en las sendas peatonales cuando iban en el coche juntos.

Ocurrieron cosas horrorosas: padres que se negaban a subir a sus niños al coche con ellos. Y los niños que no tenían confianza en los padres pidieron una pegatina para poner en el tablero del coche con el lema “Acuérdate de la promesa, antes los peatones”.

Y estas son las palabras de una señora que contaba esta experiencia diciendo:

“El fruto de las propuestas de mi hijo han sido sorprendentes. Cuando me di cuenta que empezaba a mirar la carretera con otros ojos y a ver cosas que antes no veía y que antes se me escapaban. Me paré en las sendas peatonales y miré por primera vez la cara de las persona que cruzaban la calle, considerándolas personas y no transeúntes o molestias a mi andar; en un momento me sentí orgullosa cuando me paraba en las sendas peatonales y un bicho cuando no me paraba. Miraba esta pegatina y sentía la mirada de mi hijo también cuando estaba en la escuela. Probé una emoción formidable, mi hijo me estaba enseñando algo y esto estaba cambiando mi actitud.”

Gracias.



1.2 Entrevista a Francesco Tonucci (niñólogo)

"Se aprende más jugando que estudiando" Ima Sanchís 11/09/2007

67 años. Nací en Fano y vivo en Roma. Estoy casado y tengo tres hijos y un nieto. Desde 1966 soy investigador del Instituto de Ciencia y Tecnología de la Cognición del Consejo Nacional de Investigación (CNR) Italiano. La política debería ser un servicio a la comunidad y es un servicio para pequeños grupos. Soy católico y creyente.

• ¿Qué quieren los niños?
• Los niños que participan en el proyecto La Ciudad de los Niños (en 100 ciudades italianas, españolas y argentinas) piden todos lo mismo en sus reuniones con los alcaldes.

• ¿De qué se trata?
• Espacio y autonomía. Tienen un gran conflicto con los coches porque estos crean peligro y y el peligro impide su autonomía. Unos niños italianos propusieron a un alcalde dividir el espacio: "Mitad para que aparquen los coches, mitad para nosotros".

• Angelitos.
• Estoy luchando con los alcaldes para que abandonen esa costumbre de construir parques para niños con columpios y toboganes. Los niños necesitan espacios donde, dentro de un clima de control social, ellos puedan hacen lo que quieran: pisar el césped, subirse a los árboles y jugar con las lagartijas.

• ¿No les gustan los espacios para niños?
• Los pequeños no quieren estar recluidos en su habitación para jugar, ni en ludotecas, ni en todos esos espacios que construimos para que estén controlados. Lo que hace un niño controlado por un adulto es distinto de lo que hace solo. Están perdiendo esa posibilidad de vivir experiencias solos y por tanto la posibilidad de jugar.

• Parece grave.
• A nivel cognitivo es gravísimo, por eso los niños están proponiendo que la ciudad retome el espacio público, como público.

• ¿Reivindican la necesidad de jugar?
• Sí. Un niño le espetó al alcalde de Roma: "Estaba jugando en la plaza y un guardia me quitó la pelota". Los niños tienen derecho a jugar en las plazas públicas.

• ¿Con la pelota?
• Sí. En Lima vi un cartel que suscribo: "Prohibido jugar a la pelota excepto niños".

• Plazas con pelotas y sin coches, ¿utópico?
• Los niños deben poder jugar como quieran ellos. En el patio de casa, en la acera, en los paseos..., porque éstos son espacios públicos. Debemos invertir en cómo nuestras ciudades, no en una teórica, pueden transformarse en lugares donde los niños puedan ser niños. Y los que más me preocupan son los de tres a seis, porque les estamos robando la autonomía, herramienta básica de futuro.

• ¿Cómo percibimos hoy a los niños?
• Los adultos y por tanto los propios niños se perciben como una persona que vale por lo que será mañana y no por lo que es hoy. Hoy educar significa pedir a los niños que dejen de comportarse como niños y lo hagan como adultos.

• ¿Cómo se soluciona?
• Escuchando sus tonterías, porque cuando un niño dice una tontería es algo que no ha oído de sus padres ni de sus maestros.

• Regáleme una tontería.
• El deseo de un niño: "Quiero una cancha de fútbol sin entrenador". Entiendo que los niños estén hartos de adultos. La diferencia entre un niño de cinco años de hoy y yo cuando tenía su edad es que yo tenía mucho tiempo sin adultos, por mi cuenta. Hoy la gran preocupación es enseñarles todos los peligros.

• Peligros que les cortan las alas.
• La soledad es la grave enfermedad de los niños que hoy viven en las ciudades ricas. Familias de hijos únicos, sin compañeros dentro de su propia casa y, debido al peligro ambiental, sin posibilidad de salir a buscarlos. –

• Tienen a sus compañeros de escuela.
• Amigos institucionales, compañeros controlables. En mi infancia hacer un amigo nuevo era un riesgo que requería capacidad de conocimiento de los otros, y me parece un valor enorme. La dificultad que hoy tienen los jóvenes de crear pareja estable se debe a que les faltó la experiencia de crear relaciones que tuvieran que afrontar solos.

• El riesgo asusta.
• El riesgo es una componente esencial del desarrollo. Sería deseable que los niños encontraran sus obstáculos en el momento útil, medir si pueden saltar un riachuelo o si les compensa relacionarse con alguien.

• Hay quien opina que ya tendrán tiempo.
• Los pequeños pasan sus días frente a adultos instructores, les es difícil hacer cosas raras. Así se va alimentando una necesidad de riesgo acumulada que expresará con su primera moto y en las salidas nocturnas.

• Interesante.
• Los niños no son aspirantes suicidas, no buscan situaciones que no puedan dominar porque se trata de jugar. A cambio de impedirles ese juego exploratorio les damos protección y posibilidad de adquirir muchas cosas. Se crea así una relación perversa entre un niño que quiere mucho y un adulto que piensa que tiene que dar mucho para compensar lo que no puede darle. Los regalitos continuos destruyen la capacidad de juego.

• ¿Hay que renunciar al control?
• Sí, hay que acompañar "pero de lejos", como decía un niño argentino. Los niños aprenden mucho más jugando que estudiando, haciendo que mirando. El juego que hacen solos sin el control de los adultos es la forma cultural más alta que toca un niño. Los niños que han podido jugar bien y durante mucho tiempo serán adultos mejores.

• ¿Qué consejo daría a los padres?
• Dele a su hijo más autonomía, con normas de espacio, de tiempo y sociales, y le sorprenderá cómo mejora la comunicación: correrá a contarle lo que ha descubierto.

• Debemos perder el miedo…
• Así es. en tres municipios de Roma los niños de seis y siete años van solos al colegio. Los padres y los tenderos controlan pero sin que los niños lo sepan. Para ellos es un gran regalo, se sienten reconocidos y se hacen más responsables. Y, curiosamente, esos barrios se vuelven más seguros.

martes, 11 de septiembre de 2007 La Contra | página nº64Más Noticias de La Contra

Se dedica al estudio del pensamiento y el comportamiento infantil, ha dirigido el comité TV-niños con Prodi ( "dimití cuando vi que se firmaban acuerdos y no se cumplían") y ha creado y dirige desde 1991 el proyecto La Ciudad de los Niños, que propone a los alcaldes (100 ciudades) una nueva filosofía de gobierno, adoptando a los niños como parámetro de valoración, de proyección y de cambio de la ciudad.

Además, también expresa sus ideas en viñetas que firma como Frato. ´40 años con ojos de niño´ (Graó) resume su pensamiento. Dice que todas las crisis de la juventud se gestan en la primera infancia y que un adulto sano es el resultado de un niño que ha jugado mucho y ha tenido autonomía; "el juego da recursos para la vida".

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